Inefable y efímero era la definición de su acto, era una compleja epifanía de la belleza del teatro. Una revelación que impactaba desde las paredes de la sala causando una absurda limerencia entre el espectador y el espectáculo, así pues, el simple acto se convertía en una explosión conmovedora de luces, colores y sensaciones.
Como todo en la vida es un misterio, el nombre de este sujeto nadie lo conocía, ni siquiera la administración de los teatros donde mágicamente aparecía en el papel principal; pasaba de teatro en teatro como un nómada bohemio. A la llegada de la mitad de su acto, casi de forma mecánica lograba raptar el papel principal, lo interiorizaba al punto que el público se olvidaba de la obra, que existía un libreto y se hacían parte de un ecosistema que creían verdadero. Al terminar el espectáculo, cada quien se topaba con una escena extraña, el hombre que hace unos minutos penetraba el corazón de los espectadores, al bajar del escenario se tornaba frío, escalofriante, irradiaba la ausencia total de identidad, demostrando ser el habitad de un desierto.
Terminado uno de los actos de aquel hombre, uno de sus noctímanos fanáticos lo siguió mientras deambulaba como muerto viviente por las calles del centro y justo antes de confrontarlo y tratar de conocerlo, el actor cayó al suelo desplomado como si sus huesos se hubieran convertido en polvo; el fanático atónito por la escalofriante escena se quedo perplejo frente a lo que ahora era un bulto de ropa en el suelo iluminado por un poste de luz a punto de apagarse. Pasado un tiempo y desde la oscuridad de la noche, emergió una sombra gigantesca con la silueta de una espada, la gigantesca sombra se acercó velozmente al cuerpo desplomado del actor para entrar en él. Torpemente como un niño que aprende a caminar se levantó, entre tropiezos y una evidente falta de coordinación logro recostarse contra el poste para quebrar en llanto,un llanto tan desgarrador capaz de conmover al fanático que observaba con cuidado los movimientos de aquel actor; sin saber que hacer, el fanático se acerco para ayudarlo, al mismo tiempo el hombre soltó un grito desgarrador:
-¡Oh Julieta! ¿Dónde estás amada mía? Ya habréis abandonado la putrefacta vida terrenal, ¿Ya me habéis dejado con esta insoportable pena de amor?
En ese momento el fanático comprendió, que su ídolo era un recipiente, era un maniquí totalmente vacío que era poseído por fantasmas del pasado y el presente con una historia que contar. Caminó toda la noche con las manos en los bolsillos abandonando la idolatría, pensando en si también él era el maniquí de algo más. |