Escasa lluvia que en tus débiles correrías
trazaste finas arrugas sobre la tierra allanada.
Tierra extensa de abundante humana desolación,
te desnudas de nosotros para no ser aniquilada.
Te ocultas tras malditos remedos de vegetación,
que desfiguran del viento marino su obra tallada.
Hermana mal parida, gemela de los Andes apartada,
¿Qué puedes darle a la vista casada de verdes?
por alejarte de las alturas a la sed fuiste condenada.
¿Dónde se arropó la injusta madre naturaleza?
En este tu extraño día de cielos sombríos,
que a pocos da mucho y a muchos pobreza.
Tranquilidad imbatible de espacios deshabitados.
Serenidad de las olas que no encuentran disputa,
con el cansado viento que viene de la pampa.
Tranquilidad de muerte de la roca extendida.
Tranquilidad agónica de vida entre pinceladas de verde,
que inquietas intentan lucir en la dureza de sus cuerpos tendidos.
Inmóviles, rígidos como promesas de futuras riquezas extraídas.
¿Dónde está la belleza? ¿En la continuidad de la vista?,
o ¿En las inesperadas anomalías arrojadas a los ojos?
que como tumores se desenvuelven accidentales,
desordenados, rompiendo la esperada inmutabilidad
de la embriagadora y suave continuidad de la creación.
Imágenes difusas como emociones nuevas
Nada debes envidiarle a las sensaciones reales,
concretas imposiciones del manipulable intelecto.
Que cuando te inclinas por el uno en desmedro del otro,
destruyes la natural sincronía de la compleja existencia.
Y ahora, que termina el día y comienza la noche.
Ahora, en este mismo momento ¿Dónde esta el viento?
Se cansó de correr sin encontrar algo digno de agitar.
Ocioso se alejó a esculpir estatuas de polvo,
como decepcionado dios, que no pudo dar vida al barro.
Cae la noche como manto suave de ondulaciones.
Líneas curvas suavemente perfectas sabrosas al tacto
como secas caricias a ojos cerrados. ¡Mujer hermosa!
No deseo ser esclavizado por tu tibia seguridad,
sino soplar tus delicados oídos, engañosa frialdad.
Te amé, porque te levantaste desde tu lecho de muerte
para ocuparte de mis insignificantes miedos.
Deja hoy mojar tu rostro como humilde reconocimiento
a tu grandeza de bondadosa mujer de vida solitaria.
Que acoge por igual a buenos y a quienes desde tu riqueza
se desvelan afiebradamente sembrando destrucción.
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