En un lejano país.
En el centro del gran salón, el pianista daba vida a su piano haciendo vibrar al auditorio que lo ovacionaba constantemente.
El joven pianista tocaba con el corazón la música de todos los maestros tal cual la habían escrito, él sólo era el instrumento, el verdadero protagonista era su piano, según sus propias palabras.
Sonrisas y lágrimas se veían en el rostro de la gente al escucharlo, la música era su vida y nadie volvería a tocar como él.
Afuera la llovizna de la mañana se había convertido en tormenta y las gotas que caían en las azoteas de los pocos edificios, golpeaban sobre las chapas sueltas que había por doquier quizá también querían parecerse al sonido de aquel piano y al no conseguirlo lo hacían cada vez más fuerte, o quizá para apaciguar el sonido de las armas y las bombas que arrasaban con todo.
La gente caminaba sobre los escombros, un joven tarareaba una melodía con la mirada muy lejana, su mente divagaba, su cuerpo delgado y sus andrajosas ropas no eran observados por nadie, la miseria, el hambre y el ir y venir de la gente era común en aquél país.
Una mujer de mediana edad se acercó al muchacho y éste al verla le gritó algo que sonó a… mamá.
La mujer lo tomó entre sus brazos y desplomándose el joven sobre su regazo, dejó de existir.
Unos policías y varios hombres que vieron la escena se acercaron a preguntarle a la mujer qué le había ocurrido a su hijo a lo que ella contestó.
----No es mi hijo, a este muchacho no lo conozco.
Un hombre ya mayor lo miró más de cerca y dijo
---¿Acaso no saben quién es él?
---Es el pianista, ¿recuerdan el que daba sus conciertos y que todos daban por muerto? es él, lo reconocí a pesar de estar tan delgado.
---Es cierto dijo la mujer pero parece que ya nadie se acuerda de él, desde el último concierto cuando cayó aquella bomba matando a casi todos los que estaban presentes nadie lo volvió a nombrar, el enorme salón donde solía tocar aquellas maravillosas melodías, aún está en ruinas luego de tanto tiempo, como casi todo nuestro país. ¿Qué haremos con él?
---Los cadáveres se pudren en la ciudad el caos es total a veces le pido a Dios que se apiade y nos lleve de una vez pero cuando veo a alguien como este muchacho no sé qué pensar.
La mujer buscó unos cartones para depositar el cuerpo del pianista y cuando lo puso sobre ellos y cruzó sus manos, al hacerlo, dos palomas blancas volaron hacia el infinito, quizá buscando algún lugar donde volver a acariciar otro piano sin la violencia de este mundo cruel.
Y allí quedó sin sepultura, sólo y quizá tarareando con su mente o su alma, aquellas melodías que por mucho tiempo nadie volverá a oír en ese lejano país.
Omenia
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