Huamani, el viajero.
Apenas tenía diez años cuando lo vi por primera vez, Darío Huamaní era un músico peruano que solía tocar sus instrumentos en las plazas de las ciudades junto a sus compañeros de música.
Era un hombre de treinta y cinco años más o menos y siempre se le veía sonriente, vendía sus compactos en la calle mientras hacía sonar bellísimas melodías frente a un público cada día mayor.
Solía pararme a escucharlo cuando mi abuelo me llevaba al centro, en la plaza Independencia (allí solía tocar) (Uruguay, Montevideo) y también en la plaza Matriz, en la ciudad vieja.
Con los años me fui olvidando de aquel personaje, quizá porque los estudios, la desaparición de mi abuelo o la edad misma de la adolescencia me apartaron un poco de aquellos paseos.
Hasta que un día lo volví a ver pero esta vez no precisamente en Montevideo, en uno de mis viajes a Buenos Aires, allí estaba, con su música, en Puerto Madero, como siempre la gente lo escuchaba y no pude menos que fijarme en él, a pesar de que había pasado veinte años, lo reconocí en seguida y lo curioso es que no sólo lo reconocí sino que él al verme me sonrió como si se acordara de mí.
Pero lo más extraño de todo esto es que Huamaní que así se llamaba y lo sé porque se había hecho amigo de mi abuelo y siempre que podía conversaba con él, parecía no haber envejecido, representaba los treinta y cinco años que tenía veinte años atrás.
Me acerqué más y en ese momento una joven que tocaba el clarinete junto a él, dejó de tocar y todos tomaron un descanso.
Huamaní se acercó a mí y me dijo al oído:
___Tu abuelo te manda muchos saludos y dice que lo perdones por haberse ido sin avisar pero que se encuentra muy bien a pesar de estar lejos.
Lo miré sin entender nada de lo que me decía, pensé por un momento que estaba loco o ido completamente pero antes de que pudiera cerrar la boca me volvió a hablar:
___No te asombres Nicolás, sé que no es fácil asimilar lo que te estoy diciendo, pero confía en mí, todo lo que te digo es cierto, tu abuelo debe haberte contado alguna vez aunque quizá no lo recuerdes, de los viajes que solía hacer…
___Si, siempre me hacía narraciones increíbles sobre sus viajes pero pensé que eran fantasías suyas, no tenía idea…
___Lo sé, no es fácil creer en lo increíble pero con el tiempo verás que todo lo que te contó era cierto y lo sé porque a mí me sucede lo mismo y sacando una fotografía me la mostró.
No podía creer lo que veía, eran él y mi abuelo y una joven que supuse era la misma que tocaba con él, mi asombro era cada vez mayor y tuve que sentarme en un banco que él mismo me alcanzó para no desplomarme junto a él, mi abuelo parecía ser el mismo que era antes, ni canas ni arrugas más que las que ya tenía veinte años atrás, todo parecía un sueño y pensaba que pronto despertaría del mismo.
Pero no era un sueño, Huamaní me invitó a cenar, me dijo que tenía mucho que contarme y acepté pensando aún, que me estaba volviendo loco.
Antes de irme me presentó a Nair, su hija y esa noche me encontré con los dos en un restaurante en pleno centro de la ciudad.
Huamaní era un hombre muy simpático lo mismo que su hija de la cual me enamoré perdidamente, nos sentamos a cenar como viejos amigos y comenzó su relato de la siguiente manera:
___Mi querido Nicolás, gracias a tu abuelo te conozco como si fueras mi hijo pero nunca pude acercarme a hablar contigo debido a que el día que tu abuelo se fue, me fui con él sin saberlo, no te asombres cuando oigas lo que voy a contarte, no son muchas las personas que conocen nuestro secreto pero tú quizá también, con el tiempo puedas viajar como lo hacemos nosotros y también quizá, puedas encontrarte con tu abuelo.
Estaba maravillado de las cosas que me contaba, me parecían de otro mundo y a la vez que me interesaba cada vez más, más era mi temor y se lo dije.
___Sr. Huamaní, lo que me cuenta es fantástico, no sé si creerle o pensar que estoy loco y que el amor por mi abuelo me lleva a creer lo increíble.
___No muchacho, no estás loco, los viajes en el tiempo y el estar en dos lugares a la vez son cada vez más frecuentes en nuestro mundo pero cuidado, sólo el bien está permitido en esos viajes, yo puedo estar aquí contigo en este momento y a la vez encontrarme en Europa en cualquier ciudad tocando mi música, es un don que Dios nos ha regalado a algunos mortales y si cumples con las reglas de Él, podrás vivir eternamente. No todos lo tienen, es muy difícil poder vivir con ese don, el no envejecer te trae cargos de conciencia porque ves morir a tus seres queridos y eso es lo peor, pero al viajar en el tiempo puedes llegar a hacer cosas increíbles, curas para enfermedades que aún no se han descubierto, aunque nos está prohibido cambiar el curso de la vida de las personas, sólo Dios puede hacerlo, podemos tratar de que un descubrimiento se haga un poco antes y así evitar el sufrimiento inútil de miles de personas.
Todo esto oía aturdido pero el hombre que tenía a mi lado era un ser calmo, con la paciencia infinita que tienen los hombres sabios y me inspiraba confianza, me mostró varias fotos en distintos lugares junto a mi abuelo y le pregunté el motivo por el cuál jamás regresó, es cierto que mi madre, su hija había muerto al poco tiempo que él se había marchado y yo fui a vivir con mi padre que sé que él no quería pero podía haberme escrito o llamado por teléfono, no sé, no lo entiendo.
___Sé que para ti es muy difícil entender lo que pasó pero también sé que tu abuelo no te llamó debido a que a veces para nosotros el tiempo pasa de una manera distinta, un viaje al pasado o al futuro que creemos que nos llevó unos días, en tiempos reales fueron años y eso sucedió, cuando pudo volver a este tiempo, al tuyo, ya eras muy grande y pensó que era mejor dejar que pensaras que había muerto, él creía que te estaba protegiendo de algo al no contarte sobre él.
___Ahora lo entiendo, me gustaría poder verlo, hablar con él, siempre lo quise mucho y lo extraño.
___Lo sé, como también sé que cuando cumplas treinta y cinco años, es muy probable que por herencia y porque sé que te lo mereces, quizá tú también puedas viajar y sé que lo verás tú mismo.
De esto hace muchos años, Nair es mi esposa y tenemos cuatro hijos, todos son músicos y tocan con su abuelo en las plazas de las distintas ciudades donde viajamos, mi abuelo está igual no ha envejecido y cada tanto nos vemos, yo también puedo al igual que él, viajar en el tiempo lo mismo que Nair y eso me consuela ya que no podría soportar verla morir y quedarme solo como le pasó a su padre. Espero con confianza que mis hijos tengan el mismo destino que sus padres, de lo contrario tendré que resignarme, habrá sido la voluntad de Dios.
Omenia.
24/8/2016
Cuento reeditado para que lo lea Vicente que estoy segura le va a gustar y alguna otra persona que no lo haya leido.
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