Últimamente tengo problemas con la vista, no puedo ver las letras. Voy al oculista para cambiar la fórmula de los lentes.
- ¿Ve la primera línea? – pregunta el doctor.
- Sí – respondo.
- ¿La del medio?
- También.
- ¿La última?
- Sí, pero no distingo bien las imágenes.
- ¿Imágenes? - Interroga sorprendido el doctor.
- Sí, creo que es un unicornio. ¡No! ¡Es un venado! ¡No sé bien qué es! –respondo.

El doctor se aparta un poco, observa la pantalla que muestra las tablas optométricas.
- Señora, ¡no son imágenes! ¡Son letras! – afirma con énfasis.
- ¡Pues, veo imágenes!
- ¿En la primera línea también?
- Sí.
- ¿Y en las otras?
- En todas –respondo extrañada.

El doctor, con aire dubitativo, abre una gaveta y extrae otras tablas optométricas y remplaza las mostradas anteriormente. Sigiloso, pregunta.
- ¿Ahora… qué ve?
- ¡Nada! – respondo.
- ¿Nada? – Pregunta el doctor - ¡Nada! –exclama visiblemente incrédulo. ¿Está segura?
- ¡Segurísima! –contesto.
- Pero señora, esas son las figuras que mostramos a los iletrados –dice el doctor todo nervioso - ¿Cómo que no ve nada?
- ¡Pues no! ¡No veo na-da! !Na-da! – repito.

Me dio cita para otros días, se repitió todo el proceso; y sigo viendo estampas variadas en lugar de letras. Hicieron un congreso internacional para investigar las causas del supuesto problema y aún no me han podido prescribir la nueva fórmula. Cada vez que me someten a un nuevo test ocular, los doctores dicen que muestran letras, y yo sigo viendo imágenes; ahora, hasta animadas.