Me detengo frente a un reflejo que nace de un suelo roto
que proyecta mi silueta ya carente de sombras,
que encandila todas mis obsesiones sin destino
mientras siento como late el desamparo a este lado del horizonte.
Hoy por hoy quiero viajar ligero
sin equipaje de mano y ojalá sin historia,
aunque esta orfandad no es fácil de transportar,
aunque el eco del vacío canse mis pies carentes de huellas
con la certeza ciega del hilo tras el ojo de la aguja
que insiste puntada tras puntada en juntar al sol con la luna
sigo subiendo
a pesar de saber que todo ocurre al otro lado del horizonte.
Levanto mi cabeza sonámbula
mientras mi vida entera emigra conmigo,
levanto las sabanas de las ausencias
mientras la ventisca despiadadamente sacude tus huesos y los míos,
con la mirada tropezando en cada instante enquistado
sigo subiendo,
con la certeza diaria de saber que esta escala
duda peldaño tras peldaño si conduce al cielo.

Me detengo sobre el silencio de las estaciones ya abandonadas,
donde a veces pasan los trenes con sus ventanas llenas de mascaras gritándome,
desenmascarando las costras del desconsuelo.

Me detengo entre el silencio de sus rieles
que también dudan durmiente tras durmiente cual es el sentido de este norte,
pero como creo más en los transcursos
que en los destinos
sigo subiendo
sin pensar en las estrellas como brújulas,
sin pensar en legados... ni libro... ni árbol,
sigo subiendo
sin ver luz al final del túnel
y sin lamer día a día la vida.