Aquella fría noche de septiembre Marco y Anita abandonan el cine tomados de la mano; juntos asistieron al estreno de "Los puentes de Madison", romántica y premiada película interpretada por Clint Eastwood y Meryl Streep.
Ambos caminan disfrutando de la mutua compañía, bebiendo de la hermosura de las estrellas que lentamente comienzan a parpadear hermoseando la infinita bóveda azul.
Marco utilizando mímica enamorada, da vida a una invisible cámara fotográfica con la cual desea inmortalizar el momento, imita los movimientos de Clint Eastwood en la cinta que acababan de ver, y Anita cómplice sigue el dulce juego posando con una coqueta sonrisa como si fuese Meryl Streep.
Ríen alejándose de la multitud de parejas que abandona la sala cinematográfica, y entre las penumbras de una desolada calle, Anita abraza dulcemente a Marco para besar sus labios. Son como dos adolescentes viviendo un delicado romance que les pertenece; dos almas clamando su amor a los cuatro vientos.
La pareja sabe que solo necesita de aquel exquisito sentimiento, para enfrentar el destino venidero; desean con ansias que aquel delicado y tibio manto de ternura que los envuelve sea para siempre.
_¡Hijo de puta!_ Grita Marcela a ver a su marido de la mano de otra mujer.
Marco abre los ojos como si hubiese visto al mismísimo demonio saliendo desde las candentes llamas del averno; y en un rápido e inesperado movimiento, suelta la mano que lo unía a Anita, poniendo "sus píes en polvorienta" _ ¡Corran piernecitas, no me fallen ahora!_ Se escuchó cuando huía como alma que lleva el diablo.
_ ¡Regresa aquí cabrón asqueroso!_ Marcela pregonaba fuertes improperios_ ¡Ven a dar la cara poco hombre!_ Vociferó antes de girar su desfigurado rostro lleno de odio en dirección de Anita.
_ ¿Quién es usted?_ Anita entre tanto no entendía un carajo.
_ ¡No vengas a interpretar el papel de "mosca muerta" mujerzuela roba maridos!_ Gritó Marcela totalmente fuera de control_ ¡Soy la esposa de Marco!
_ Yo... no... Yo... no sabía nada... Yo... no sabía... _ Anita muy pálida no podía salir de su asombro_ Él me dijo que me amaba, y que nos casaríamos pronto_ Yo... nunca supe... nada.
_ ¡Huye, huye no más!... Ya volverás a casa cabrón_ Vociferó Marcela viendo a Marco que aun corría a lo lejos. Tras unos densos segundos, ella escupió cerca de los píes de Anita y desapareció por donde había llegado.
Anita recordó lo ocurrido hace tan solo un par de días atrás; cuando junto a Marco, habían invitado a su padre a una privada cena en el mejor restaurante de la ciudad. Actividad que tenía como propósito, formalizar su naciente relación.
Marco en este evento de etiqueta pidió la bendición respectiva (Como en antaño, cuando uno pedía la autorización al padre de la novia para besuquearse con su hija), para comenzar un noviazgo como dictan las leyes de los hombres y la mismísima ley de Dios (Según dijera literalmente nuestro protagonista en dicho evento).
Don Felipe con la voz temblorosa por tanta emoción, y con una copa de champagne Moet Chandon Brut Imperial (Que trajera desde Francia en 1871 la bisabuela inmigrante de Anita), en la mano derecha deseó un excelente futuro a la pareja que iniciaba su amor.
_ Que el sabor de esta copa, que contiene más de cien años de tradición familiar; brinde un excelente futuro a mi hija Anita y a su novio, y mi flamante nuevo yerno, Marco_ Dijo don Felipe lleno de orgullo y con lágrimas en sus ojos.
_ ¡Salud! Y gracias "suegrito"_ Habría respondido Marco.
Las carcajadas que resonaran aquella mágica velada con la simpática broma de su ahora ex novio, crujían en los oídos de Anita al ver como las promesas se diluían tal cual lo hacía Marco aún corriendo desesperado a la distancia.
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