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EL INTRUSO

Una de las cosas que más me irritan es perder objetos dentro de mi casa, justo antes de salir, sobre todo las llaves, la billetera o los documentos. Me hacen perder minutos preciosos que después tengo que recuperar corriendo por la calle para alcanzar el autobús. En varias oportunidades me ha pasado de tener que irme de mi casa sin alguna de estas entidades preciadas y sufrir sus terribles consecuencias.
Sin embargo, últimamente no es esto lo que más me preocupaba, ya que con el tiempo he aprendido a prevenir los hechos y los he minimizado al máximo, sino que he descubierto que me está o fallando la memoria, o directamente tengo un intruso en mi casa quien insistentemente me cambia las cosas de lugar. Me inclino por la primera de las hipótesis, la más lógica, la más acorde a mi edad y la que no contradice mi historial de objetos perdidos en mi hogar.
Todo comenzó no mucho tiempo atrás, con desapariciones insignificantes, como vasos, cacerolas o simplemente artículos de limpieza que aún no he podido localizar a ciencia cierta. Quizás los he tirado y no lo recuerde, o también quizás los he perdido y punto .En este caso lo que me está fallando es la memoria y lo mas atinado es que consulte a un médico. Pero no todo parece tan sencillo. Han sucedido otros hechos inexplicables que abonan la segunda teoría, la del intruso.
Para comprobar la segunda teoría me armé un plan de acción sencillo que consistió en hacerme un pequeño inventario de objetos, muebles y adornos antes de salir a la calle. Lo llevé a cabo sacando fotos de todas las habitaciones, armarios y cajones. Lo hice antes de un viaje corto que tuve en el comienzo de la primavera; las conclusiones fueron determinantes, cuando retorné encontré todo fuera de lugar, cambiado a propósito por alguien que evidentemente tenía mis llaves, conocía mi departamento por dentro y estaba buscando algo. Lo llamativo del caso es que no me habían robado nada, el hecho parecía suscribirse a una rara maniobra intimidatoria sin una causa aparente.
Lo primero fue descartar a mis vecinos, la mayoría ancianas incapaces de violar una propiedad y menos de tener una copia de mis cerraduras. Nadie tenía un duplicado y ese era el punto de partida de mi investigación. ¿Cómo se apropiaron de mis llaves, sabiendo además que yo moraba en esta propiedad hacía solamente seis meses? ¿Cómo sabían mis movimientos, mis horarios y mis costumbres? Evidentemente el intruso me conocía y además era un experto y sabía cómo abrir mi puerta.
Resuelto el tema de cómo vulneraron mi entrada, ahora me restaba atraparlo y para eso me idee un sistema fácil de cámaras que puse en algunas habitaciones, las más concurridas. Estas cámaras eran muy pequeñas y estaban conectadas a mi computadora. Una en mi dormitorio y otra en el living de frente al pasillo de entrada. Antes de usarlas las probé un domingo a la tarde y las calibré para lograr una mayor nitidez. Las imágenes eran un poco difusas pero funcionaban a la perfección.
Al otro día las conecté antes de partir y me cercioré de que estuvieran grabando. Dejé algunas luces prendidas por si el intruso ingresaba a la tardecita, saqué fotos de los cajones y roperos y me marché ansioso a esperar mi regreso a la noche. Ese lunes fue más complicado de lo común y volví muy tarde. Abrí la puerta como si estuviera entrando a una casa ajena o a una casa ocupada. Deduje a simple vista que estaba todo en orden, los muebles, la cama, ropero y demás; las camaritas seguían grabando, me pude ver reflejado en una de ellas cuando me acerqué a desconectarla. Luego me dirigí a mi computadora y rebobiné el día entero de grabación.
Eran muchas horas, opté por pasarla en cámara rápida. Y fue justo a mitad de camino que lo vi entrando a mi casa por la camarita del living; únicamente se veía una silueta, era casi de noche, no pude distinguir su cara, pero lo vi revolviendo mis cajones y armarios en la otra cámara como buscando algo. Ahora tenía la prueba irrefutable de su presencia, la demonstración de mi teoría; pensé en acudir a la policía, pero… ¿para denunciar qué cosa, si no había ningún faltante?
Desistí de inmediato en pedir ayuda para resolver este misterio. No tenia prueba ninguna, ni identificación del sospechoso, ni nada, haría un papelón en la comisaria, pensarían que estaba loco o algo por el estilo. Revisé minuciosamente cajones y armarios, estaban revueltos pero no faltaba nada, o mejor dicho, casi nada, porque descubrí después, que había un faltante y era nada menos que un cuchillo de plata que había comprado en un pueblo del interior. El cuchillo yo lo había dejado dentro de un cajón por si tenía que usarlo como un arma de defensa. No tenía mucho filo, pero así y todo era una tranquilidad saber que estaba allí. ¿Esto era lo que buscaba el hombre, todo este movimiento por un simple cuchillo?
El intruso, sin embargo ahora poseía un arma y esto era peligroso, tanto para mí como para terceras personas. Se me ocurrió poner más cerrojos a la puerta, una segunda llave que pensé era la solución. Con eso logré que se alejara, al menos, por un período, que se redujo cuando el misterioso hombre descifró la combinación y la camarita lo registró nuevamente, pero ya no buscando el cuchillo, sino que se lo veía de un lado para el otro hablando en solitario o con alguien que no pude verle bien la cara. Ahora eran dos las personas que vulneraban mi hogar y eso era imperdonable. Se los advertía a veces discutiendo, pero el sonido de mi equipo no me permitió distinguir el contenido de la conversación.
A lo largo del tiempo esta historia del intruso derivó en una rutina que me resultó a veces hasta divertida; esperaba ansioso terminar mi jornada en la oficina para irme a mi casa a ver en qué andaría la historia del intruso y su misteriosa compañera. Hasta que un día, esas conversaciones se transformaron en acaloradas discusiones de las que yo sin querer me hacia partícipe. Discusiones que terminaban generalmente con violencia , lo que me puso en alerta de que algo raro estaba pasando frente a mis narices. No podía permitir que eso sucediese en mi propia casa.
Los insultos y cachetazos pasaban desapercibidos para los vecinos pero no para mí; los gritos de ella eran muy agudos y desgarradores, solo les ponía fin el intruso tapándole la boca y atándola sobre la cama con una cuerda que creí reconocer. Los abusos ocurrían con ella atada a mi cama y siempre a la misma hora. Decidí ponerle fin a esta tortura llamando a la policía pero no fue necesario, ya que una tarde cuando entré a mi casa y prendí la computadora y rebobiné la cinta, vi que el intruso la mató con el cuchillo de plata y descartó el cuerpo sin que nadie, ni siquiera los vecinos se enterasen de nada. Evidentemente se trataba del trabajo de un verdadero profesional, así lo demostraban los hechos.
Se produjo un largo silencio en mi casa por mucho tiempo y mi vida retornó a la normalidad. El intruso no había dejado ningún rastro de su paso por mi casa y menos de la mujer, a la que tampoco pude reconocer. Las cintas las volví a ver una y otra vez sin poder sacar ninguna conclusión, las imágenes no me permitieron distinguir ningún rostro y el sonido era muy precario, apenas diferencié algunas palabras de la mujer pidiendo clemencia. No obstante, debo confesar, que eché de menos a las cintas, a ese momento tan esperado de la noche, a esas imágenes perturbadoras, a su desenlace fatal.
El intruso desapareció pero me dejó algunas inquietudes intrigantes. ¿Qué haría yo de aquí en más con las grabaciones? ¿Debería hacer la denuncia o quedarme así y convertirme quizás a la larga, en un encubridor? Tampoco podía caer en la inocencia de creer que yo no tenía algo que ver, los hechos ocurrieron en mi casa, en mi propia cama y sin forzar mi cerradura. Alguien en algún momento se aparecerá preguntando por el paradero de la mujer. Yo lo sabía y tenía que estar preparado para ese momento.
Momento que no se hizo esperar, porque a los pocos días sonó mi timbre un sábado a la mañana. Recuerdo que hacía mucho frio y estaba muy nublado y una vecina se quejaba de que no andaba la calefacción. Era la policía buscando el paradero de una mujer desaparecida y que según sus contactos ella había estado en mi casa. Yo negué en todo momento conocerla, lo cual era cierto, pero supuse según la breve descripción física que podría ser la mujer del intruso. El policía traía una orden de allanamiento al que accedí sin ofrecer resistencia.
Examinó toda mi casa sin encontrar nada que le sirviera a su investigación, salvo por las camaritas que por un descuido yo las había dejado olvidadas y enchufadas. Las trató de conectar a la computadora para ver su contenido, pero fue en vano, porque el intruso, como pude observar luego yo en la cinta, no se lo permitió.

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Texto agregado el 15-08-2018, y leído por 75 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
16-10-2019 Sentralina 100 miligramos en el desayuno. Medikinet5 en el desayuno. Loracepan 50 miligramos cuándo tenga ansiedad. Dotrazodona 100 miligramos para dormir. A mí me funciona dentro de casa,fuera no tengo ni idea. A mí me funciona Tejera
26-06-2019 Este personaje tuyo está más loco que una cabra.¿Cómo se te ocurren ciertas cosas? Genio ,es la unica respuesta. Chappeau Yvette27
15-08-2018 me gusto tanto que lo lei hasta el final y ahi no senti el final que esperaba, senti como quiciste acabarlo por cansancio o quizas no lo entendi, pero a pesar de eso me gusto. Perucho
 
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