No sé si era amor
pero se parecía,
lo besé con hambre acumulada,
con la fiebre de aquellos sueños
que vemos apagarse al salir el alba.

Lo miré con la mirada renovada,
le sonreí
porque el paso del tiempo
dejó intacta la fragilidad del alma.

Celebramos, ebrios de reencuentro,
la dicha que nos unía en esa madrugada,
porque de desdichas
deshicimos las palabras.

El pasado se reflejó en el presente
y callamos de un sopapo los demonios,
que pedían gritar
ante el cautivo dolor que oprimía la mente
y mis brazos rodearon, dulcemente,
la simetría de sus hombros
adónicos y silvestres.

Era un tipo de buena madera,
su bondad y simpleza
trajeron un soplo de vida
a la infertil voluntad de la cristalina pena.

La carencia de afectos
nos picaba entre las manos,
en las lenguas,
en el sexo abierto y usado,
el abandono
nos ardía en la memoria
y la mezquindad del mundo
nos revolvía las entrañas
mientras se deslizaba por tu cuello
la orfandad siniestra de mi boca.

"Hermosos perdedores, como vos y yo",
estos no eran años
para andar frivolizando el sentimiento humano,
para andar priorizando el desamparo
y no me preguntes, por favor,
que si lo nuestro era amor
¡pero se parecía tanto!