Inicio / Cuenteros Locales / SOFIAMA / LA INDIA Y EL HOMBRE BLANCO
Yo era una india y tenía las creencias indígenas bien metidas en la sangre. Un día apareció un hombre blanco en mi vida. Él era tan joven como yo; y ninguno de los dos entendía la cultura del otro.
Mi piel era aceitunada como es la de un indio verdadero porque ese color lo curte la sangre, no el sol; la de él era tan blanca como la harina con la cual mi pueblo amasaba el pan. A medida que nos conocíamos, aprendimos a respetar nuestros mundos; y mientras eso acontecía, el tinte de nuestra piel cambiaba poco a poco y empezó a tener una tonalidad infinita.
Para comprender mejor su idiosincrasia, yo sabía que necesitaba crecer; no cambiar, porque mis raíces me pertenecían. Decidí mirar hacia dentro e hice contacto con la niña interna que todas las mujeres llevamos dentro.
Cuando hablaba con la niña interna, ella me sostenía las manos; y mi mente se transformaba porque un conocimiento nuevo comenzó a anidar la esencia. Mientras luchaba con vehemencia para que ese saber se internalizara en el ser y así ponerlo en práctica, el hombre blanco desapareció de mi vida.
Después de muchos años, el hombre blanco volvió; y éramos tan diferentes que no nos reconocimos, pero ambos sabíamos quiénes éramos.
Algo en nuestros alarmados cerebros pareció despertar y nos hizo regresar a tiempos pasados. Tomé sus manos.
- Estas son las manos más bellas jamás vista en mi vida – dije - mientras besaba cada callo de las palmas de las suyas. Son hermosas; y cada marca en tus manos es un trofeo de vida – añadí.
El hombre blanco esbozó una suave sonrisa y soltó mis manos, Sus ojos cristalinos anclaron en los míos, y comprendí que él vivía en un pantano de confusiones. Quise asirlo por los hombros y abrazarlo con fiereza para que entendiera que yo era una mujer de carne y hueso. No fue posible. Debí aceptar que éramos dos personas hablando lenguajes diferentes.
Él giró los ojos al horizonte como contemplando el ocaso de su alma. Caminó y salió por donde mismo entró, dejándome expuesta a días sin sol y a ese frío glacial que abate mi alma cuando él no está.
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Texto agregado el 09-08-2018, y leído por 273
visitantes. (35 votos)
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Lectores Opinan |
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17-07-2019 |
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Un lindo relato que nos demuestra que las diferencias en el amor a veces son irreconciliables si no se ha encendido la llama mágica, esa que se enciende espontánea y alumbra los más gloriosos idilios. Un abrazo amiga. Gui |
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27-09-2018 |
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Triste... no siempre el amor es el que manda carmen-valdes |
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22-08-2018 |
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En la frase: "...volvió; y éramos tan diferentes que no nos reconocimos, pero ambos sabíamos quiénes éramos." Allí encuentro el meollo de tu excelente relato. Coincido plenamente con el comentario de nuestra amiga Victoria 6236013. Las oportunidades se toman o se van. Ya lo dijo Heráclito: "No te puedes bañar dos veces en el mismo río, el río cambia y tú también". Mis 5* Borarje |
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17-08-2018 |
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Enamorarse de personas tan diferentes a la educación, cultura, religión, principios, sueños, etc, que profesamos, es tan difícil que no siempre resultan las cosas bien. Tu relato me gustó mucho, querida Sofi; siempre tratas los temas con la delicadeza y atención, que tan bien conocemos en tus letras. Un beso para ti, amiga. maparo55 |
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12-08-2018 |
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Hermosísimo relato mi querida y bella amiga. Me emocionaste. Un beso. Magda gmmagdalena |
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