Era el tiempo que no era tiempo,
era momento,
era solo un momento,
cuando ingenuos creíamos
que nunca nada cambiaría.
Cuando no celebrábamos el día,
inconsecuentes con el destino,
felices para la foto,
febriles, una emoción pasajera.
Ahora es el tiempo del tiempo,
el momento, este momento:
una insomnía amedrantada
del que teme adormecer,
y sustenta una absurda vigilia
sin atender a señales.
Taumaturgia insolente
que nos acusa del olvido
y nos recuerda el destino,
fatal desenlace a nuestro alcance.
Aquel pasado que fue mejor,
la esperanza venidera
que desespera el presente:
el momento sin momento
que desestima el ahora
en pro de un ha de venir
que no viene, no llega
y nos angustia
enajenados en nuestra soñolencia.
Agustiniana tríplice,
proyección desesperada,
subversivo epílogo amañado
en cálida esperanza:
todos los momentos son momento
y el tiempo es siempre momentáneo.
Todos los tiempos
alimentan el tiempo,
tiempo que es tiempo
es el tiempo de ahora,
de esta hora,
justo ahora.
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