16 de junio, 11 de la mañana, la selección peruana de fútbol debuta en un mundial después de 36 años. La mayoría de peruanos están pendientes del primer encuentro que Perú tendrá con Dinamarca. Un esperado enfrentamiento entre Incas y Vikingos estaba por iniciarse. Las calles limeñas lucían semi vacías. Aún habían transeúntes y autos. No era un día normal. Era el día en que el Perú volvía al mundial.

Al interior de un Instituto se observa un ambiente similar. En sus aulas y pasadizos se sentía la ausencia y la expectativa. Ausencia de varios alumnos que eligieron no asistir ese día a sus clases para ver jugar a la selección en su hogar. Y expectativa de parte de los pocos estudiantes que asistieron solo para estar en las primeras horas de clase y después ver el partido en el primer piso de la institución. Otros, más osados aún, y terminado el primer tiempo del encuentro, decidieron no ir a sus clases que comenzaba en ese momento, marchandose a sus casas, o a la calle de las pizzas, para seguir viendo el partido. Todo esto no sería extraño si no fuera por un detalle: ese día algunos alumnos habían dejado de lado sus responsabilidades académicas.

Quien escribe estas líneas estuvo sentado en medio del estudiantado que observaban como zombis el partido en la cafetería del primer piso de la Institución. Fue inevitable no escuchar algunos comentarios sobre las tareas o los trabajos grupales de sus cursos. Desrealizado de sus deberes, un compañero decidió no terminar su trabajo en su laptop contagiado por el momento en que la selección salía al campo de juego. No retomó su tarea ni cuando acabó el partido.

Tras el fallido penal del jugador peruano, un estudiante le comentó a su compañero en qué momento harían el trabajo grupal que iban a presentar el martes. Su amigo no tuvo otra respuesta más definitiva que esta: “El profe va entender, nos dará tiempo para presentarlo otro día, estoy seguro que también está viendo el partido. Te apuesto que nadie va presentar el trabajo”. Ese día tuvimos un examen horas antes de que empezara el partido. Hubo poco alumnado en el salón, pero a pesar de ello el examen se dio. Los ausentes creyeron que nadie iba a ir por ver el partido.

Trabajos grupales para presentar la próxima semana hay por montón. Un compañero se quejó diciendo que su grupo faltó y que hubieran aprovechado las horas de clase de un curso que no entrarían para terminar su trabajo. Solo él vino quedando decepcionado. Así como él una compañera comentó que debieron suspender las clases porque muchos estudiantes faltaron y bien pudieron aprovechar el día para reunirse y hacer sus trabajos.

En las computadoras que están a disposición de los estudiantes en aquel primer piso, se observaba a dos de ellos haciendo textos en Word, dando la idea de que hacían alguna tarea, pero de rato en rato, dejaron todo para ver el partido. Un compañero se dirigió durante el primer tiempo para ver si el profesor de Competencias Intrapersonales hacía clase. Mayor fue su sorpresa al ver salir al profesor del salón cuando se retiraba por la ausencia de los estudiantes. Esperó una hora y se retiró.

Una mañana difícil para los estudiantes que faltaron, y no por su presencia, sino, a sus responsabilidades académicas. Perú perdió y veremos si ese partido les ayuda en las calificaciones de los cursos. Algo similar ocurrirá cuando Perú se enfrente a Francia. Los alumnos tendrán una disyuntiva, ¿qué es más importante?, ¿el placer o el deber?