Estábamos en clases, cuando escuchamos un avión. Todos miramos al cielo. Fue instintivo pues al encontrarnos en un lugar techado ¿Qué podríamos ver?. Llenos de inquietud, nos miramos unos a otros. La maestra nos dijo: no se asusten, es de los nuestros —poco duró la calma— tan solo en segundos comenzó a sentirse el estruendo de las bombas que caían, destruyendo todo a nuestro alrededor.
Aterrorizado, salí corriendo del aula. Tropecé con un niño, o lo que quedaba de él. El aíre era espeso, polvoriento, no tenía visión alguna. Cubrí mi nariz y seguí corriendo. El pánico me invadió tras caer en cuenta de que éste, podía ser el último día de mi vida...
*Lo primero que se me pasó por la mente fue correr hasta mi hogar, pero no pude. Recordé a Catarina, mi hermanita menor, quien tomaba clases en el pabellón contiguo al mío.
Llegué hasta allí y me la encontré, estaba aterrorizada mirando a un ser que tenía tres ojos. Era, además, trasparente. Podía detallar todo su organismo sin visión de rayos X.
Me invadía el miedo, pero entré. Cuando lo hice, el ser se volteó y mirándome sólo con el ojo que tenía en la frente — porque los otros dos los tenía cerrados— me dijo:*1
"Humanos estúpidos, desde eones nos encontramos en la que creen es vuestra tierra. No los estamos atacando, se están matando entre ustedes mismos. No hemos venido a invadir, hemos venido a recuperar lo que es nuestro".
En un acto de arrojo agarré la mano de mi hermanita, que permanecía petrificada por el miedo, y la arrastré en loca carrera por entre los escombros. El ser, totalmente seguro de su superioridad ni siquiera hizo ademán de perseguirnos.
Casi al borde de perder la consciencia, debido a la falta de aire en mis pulmones, e impulsado por un feroz instinto de sobrevivencia, logré sacar a Caterina hasta el patio del colegio, ella, invadida por el miedo y devastada al ver los cuerpos mutilados de nuestros compañeros, se echó a llorar desconsolada. Traté de calmarla, más de pronto, un fuerte ruido me distrajo, era el zumbido de motores en el cielo, *al mirar hacia arriba, vi dos aviones volando, cuál sería mi sorpresa al distinguir claramente a lo largo de sus alas nuestro emblema patrio, ¡Eran aviones de los nuestros! ¿Aviones atacando al pueblo? ¿Quién es capaz de ordenar ésto? Sencillamente no podía comprenderlo.*2
¡¡¿Qué está pasando, qué nos está pasando?!!
*Rápidamente recuperé la calma, esto debe ser la “sangre fría” a que se refería mi padre cuando lo interrogaba la policía. Unos pocos compañeros de clase de mi hermana habían sobrevivido y se nos unieron. Lloraban. Algunos a los gritos. Yo, como el mayor, debía hacerme cargo de ellos. Teníamos que alejarnos cuanto antes de allí.
Con sumo cuidado asomé la cabeza por el borde del muro derruido. Los fogonazos verdosos de las explosiones se habían alejado con los aviones. Ahora atacaban a un pueblo vecino.
Recorrimos las pocas calles que nos separaban de las afueras del pueblo, casi pegados contra lo poco que quedaba de las paredes de lo que hasta hacía unos minutos, eran hogares y comercios. Nos cruzamos con autos incendiados y cadáveres. Demasiados cadáveres.
No había un solo sitio seguro en donde escondernos. Debíamos llegar al desierto. Tal vez allí, encontrar alguna cueva o algún refugio en donde esperar a que todo se calmase.
Miré a los niños. Todos menores y frágiles. En su condición, no llegarían a terminar el largo recorrido que nos esperaba.
—No se muevan de aquí —dije tratando de imitar el tono de la maestra cuando nos amenazaba con dulzura— ya vuelvo.
El cielo de la tarde se iba tiñendo lentamente del mismo tono verde de las explosiones. El sol trataba inútilmente de filtrarse a través de la espesura de esa nube extraña. Pronto llegué al sitio que había visto antes.
—¿Quién quiere tomar un helado? —Les dije a los niños al volver y los guíe hasta el camión del heladero que estaba abandonado y cuyas llaves pude obtener de entre las manos de lo poco que quedaba del cuerpo del conductor.
Todos subieron rápidamente. Ahora sí contábamos con un medio de transportes para llegar al desierto, mi propósito; tratar de llegar al muro y atravesarlo.*3
Sabía que *debía actuar con cautela; sabia la responsabilidad que tenía para con ellos. Los dejé un momento y entré a una tienda que encontramos en el camino, con el objeto de recolectar provisiones. En ella había un televisor, lo encendí. Los locutores visiblemente nerviosos entregaban las noticias acerca del caos a nivel mundial. En las grandes ciudades, la anarquía se apoderaba de todos y en el afán de sobrevivir saqueaban y destruían. Los gobiernos disueltos, la gente huyendo a las montañas, con lo que pudieran llevar por sus propios medios.
El apocalipsis largamente anunciado había llegado.
Los seres del espacio no eran nuestros hermanos, ni siquiera tenían curiosidad por nosotros; venían por lo que era suyo, al menos es lo que decían.
Distraído por la transmisión no me di cuenta de que los niños estaban detrás de mí, viendo la televisión. El helado escurría por sus manitas.*4
Como si el cuadro recién visto, no fuera suficiente, el ser que estaba en el salón de Caterina —ignoro porqué medios— nos había dado alcance. * Esta vez tenía los tres ojos abiertos. Observé que las palabras que decía el periodista que trasmitía las noticias pasaban por los dos ojos que se parecían a los de los humanos, pero era en el ojo de la frente donde se procesaban las imágenes. El ser se dirigió a los chicos y en gesto recriminatorio y tal vez exasperado, los observó uno a uno.
A medida que lo hacía, las imágenes de los niños embobados con sus máquinas de juegos aparecían en el ojo de la frente del extraño ser. Los chicos se asustaron al verse reflejados en ese ojo. Octavio, el más grande de los muchachos, preguntó; *5
*Chicos, ¿Recordáis la frase escrita en la pared de nuestro salón de clases?. Todos asintieron, mientras pasaba por sus mentes: —"La inteligencia te hace ganar una pelea. La sabiduría te hace nunca tenerla"— ¡¡Pues a olvidarse de ella!! Agarrémoslo por la cola y tiremos de él. Creo es su punto débil. No hay otra opción, no nos dejará salir de aquí con vida*6
*Comenzamos a rodearlo. El alienígena se puso en estado de alerta. Extendió sus brazos, que resultaban ser de un tamaño bastante considerable respecto a la estructura de su cuerpo, luego entreabrió sus largas falanges; similares a las humanas pero con ventosas rodeando todo el borde de lo que podríamos decir era una larga garra amorfa.
La visión derivaba en un cuadro tragicómico; como su cuerpo era semi transparente no había un rostro que denotase ira ni agresividad, por lo que su postura y desplante parecían más de juego —cual si fuese a atrapar una pelota— que una actitud belicosa. Por si fuera poco, como era casi de nuestra estatura y nosotros estábamos familiarizados en nuestros juegos electrónicos a toparnos con seres intergalácticos, a decir verdad ya no nos infundía mayor temor pero, cuando jalamos de su cola, esta se desprendió, haciendo explotar al ente en un sinfín de trozos gelatinosos*7
*Nuestros cuerpos y, sobre todo, nuestras caras, quedaron cubiertos del material pegajoso. Me limpié la boca con el antebrazo y pude sentir su sabor. Era desconocido. Nuevo, pero agradable. Vi sin mucha sorpresa como el resto de los niños comía con avidez los restos del invasor estelar. Yo, hacía lo mismo.
Los minutos siguientes estuvieron llenos de dolor y extrañas imágenes. De pronto, todo terminó. Nos cruzamos una mirada y sin decir palabra, salimos y nos dirigimos al cuerpo del heladero. Lo rodeamos sin saber muy bien qué hacer, hasta que Laura, una compañera de mi hermana, apareció con una piedra demasiado grande para su tamaño y contrastando con su apariencia angelical, comenzó a golpear ferozmente el cráneo del hombre con ella.
Cerebro. Necesitábamos comer cerebro. Satisfechos y sin hacernos preguntas, subimos al camión de nuestro almuerzo y partimos.*8
Habremos hecho unas 3 horas de camino cuando al unísono me gritaron que me detuviese. De entre los escombros de la ciudad que cruzábamos emergía una silueta que captó nuestra atención. Me detuve y bajé del camión.
*Lo encontré caminando, mejor dicho escalando entre los escombros de un edificio derrumbado por las bombas. Pálido, su obvia desnutrición no impedía el paso marcial de un soldadito en ciernes. Me miró sin timidez, desafiante, interrogando en mi actitud el potencial peligro de un enemigo.
Le alargué un trozo de la gelatina dulce y viscosa que me había guardado para el camino. Vaciló, pero pudo más su hambre. Como un improvisado auditor recorrí visualmente su cuerpecito de arriba abajo. A sus espaldas cargaba sus zapatos enlazados al cuello por las cintas. Sus pies calzaban un par de botas enormes, desproporcionadas para sus escasos ocho años. Indiscreto y curioso le pregunté la razón. Son de mi padre, me contestó orgulloso. Él murió peleando pero sus botas guiarán por siempre mis pasos.*9
*No pude menos que asentir. Alcé mi rostro con orgullo y sacudí mi propia desazón, después de todo no era el único huérfano que esta guerra infame dejaba. Ya pronto él sería uno de los nuestros. Esta guerra la ganaríamos nosotros, ¡¡Los zombies!!*10
Aporte recibido de:
**1 Sofiama
**2 za-lac-fay33
**3 hectorfari
**4 yar-
**5 Sofiama
**6 Grilo
**7 Sheisan
**8 hectorFari
**9 -Zepol
*10 Sheisan
Querido lector, te invito a continuar el relato. ¡¡Sí!!. Trabajemos juntos. Deja en mi LV tu interés de participar.
A efecto de realizar un relato coherente, asignaré turnos de aporte. No dudo que lograremos un cuento muy entretenido y pasaremos un estupendo momento armando una nueva historia, gracias a la colaboración de cada uno. Sugiero un párrafo de aprox. 100 palabras por participante. ¿Qué les parece la idea?
Confío en ustedes. Un abrazo, Sheisan
Nota: se aceptan personajes tales como alienígenas – zombies – mascotas y etc…
Gracias por los magníficos aportes. Están disparando la historia a lugares insospechados.
Trabajaré con lo que me han enviado para integrarlo e iré dejando links al texto para que puedan revisar el avance de nuestro relato.
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