Regresando entre hojas de frío viento

el forastero caminaba solo,

mientras los árboles lo intimaban.

Pero su corazón que florecía de la ceniza,

no entendía lo que pasaba,

seguía el hombre sonriendo por la calle,

su luz antigua se encendía esa mañana.

El sol ardía más que nunca sobre su piel desnuda,

tenía que encontrarla en el pueblo;

arrancarse la ropa fue el desafió para su fin,

el amor le cocino el alma, lo dejo ciego...

le arranco lo más preciado y dejo huellas.

Mientras más sentía el silencio, le mostraba más claridad.

Llegando sobre una hoja polvorienta,

vio su destino tan cerca, pegado a su costado

como liebre su sangre corría veloz,

muy cerca de la casa el hombre desnudo,

pudo ver flores brillantes de sol

la primavera crecía junto a él que reía de placer.

la puerta desnuda como él se entreabrió,

sus ojos buscaron a su amor con desesperación,

una figura esbelta salió a su encuentro,

fugazmente la vio cerca de su cuerpo

luego cayó desordenadamente sobre el portal

logro llegar al paraíso prometido...



Alessandrini María del Rosario