Se cuenta que el origen de la guitarra se remonta a la primera vez que el hombre, tenso el arco y se percató del sonido de la cuerda al disparar la flecha, los Asirios tocaban un instrumento conocido con el nombre Griego de kithara o Citara de solo cuatro cuerdas, dicen también que el pueblo judío encontró alivio en su sonido, durante su largo peregrinar por el desierto, es a lo largo de los siglos que el rasguear de sus cuerdas alegro las fiestas populares.
Este instrumento enigmático recorrió las cortes y las tabernas, los grandes maestros dicen que la única forma de extraer sonoridades a una guitarra es abrazándola; el poeta y músico Vicente Espinel la empujo hacia el futuro en el siglo XVI, cuando le añadió una quinta cuerda, el mi agudo, la “prima”, luego la guitarra anduvo titubeante durante los siglos XVII y XVIII, hasta que se le incorporo la sexta cuerda, el mi grave, el “bordón” para tener la forma que hoy se le conoce.
La guitarra es un complejo mecanismo formado por seis mil piezas aproximadamente, encajar todo este pequeño universo en el que cada detalle resulta relevante, es en su base técnica sencilla, una cuerda tensa tiembla y su vibración es recogida en una caja, a partir de ese principio empiezan los matices, la tapa (plancha superior donde se fijan las cuerdas) es una parte esencial en este complicado mecanismo, porque debe recoger la vibración de las cuerdas y vibrar a su vez, conseguido el sonido hay que atraparlo, esta es la misión del fondo de la guitarra (la plancha posterior) un gran maestro dice “el fondo es como un espejo, su misión es reflejar el sonido y por ello la madera debe ser rígida y densa, del mismo material suelen ser los aros que cierran el instrumento por los laterales, todo este mecano ondulante es el cuerpo de la guitarra, todo esto debe asentarse en un punto de apoyo que es el mango, cuya madera debe ser dura y con pocas variaciones a causa de la humedad, el mango además tiene una misión muy especial en él se asienta el diapasón, una segunda madera donde se sitúan los trastes, que constituyen la escala musical del instrumento, uno de los grandes artesanos dice que la longitud ideal del diapasón “es del final del diapasón al puente donde se anudan las cuerdas debe haber 65 cm, con una longitud mayor las cuerdas están demasiado tensas y producen un sonido más de soprano, si es más corto el sonido es demasiado lirico; el remate del mango a continuación del clavijero es la firma del constructor, quien debe trabajar este instrumento con paciencia y dedicación, ya que cada detalle es esencial en su construcción.
Una guitarra en cuyo clavijero pende como una cabellera las cintas, rojo y blanco los colores de mi patria, se mete como una cuña entre el vocerío con un pespunteo, la primera guitarra rebana el ambiente, al amparo de la segunda que le lleva el amen, hay un amor dulce en el abrazo y una caricia infinita en las manos que bordonean, elevándose una voz fresca del cantar peruano diciendo:
“con una buena jarana
Cantada a boca de jarro
Aunque no coma mañana
Y de yapa me mate un carro
Los dedos recomienzan un palique de primas y bordones, en vaporoso encaje que se hinchara mientras las manos palmeen; los pies de los bailarines hilan en tejido crochet en el piso, manos revolotean de pañuelos y contoneo de hombros, mientras otra copla dice:
“morena si andan diciendo
Que toda mujer soltera
Se desespera, se desespera
En la fuga las faldas se arremangan hasta la altura de las rodillas, con gracia y con donaire, las piernas varoniles a punta y talón labran sobre el pavimento, mientras las palabras picantes como rocotos, susurrados al oído de la moza, sacan ronchas al ambiente.
Las jaranas de mi tierra peruana, tienen sus dulces leyendas de pasión, en nuestra música de la costa, de la sierra y la selva, se destila una confidencia cósmica, es como un dolor supremo, el dolor que se ignora, que no se sabe que es dolor pero que existe.
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