Como muchos otros días, no sé sobre qué escribir. Hoy me siento más animoso, pero aún así, todavía no llego a la escritura, al menos no como yo quisiera. Cuántos años llevo dizque escribiendo y lo realizado puede medirse con un cuenta gotas; además de la ingenuidad y lo endebles que han quedado muchos textos. Por otra parte, con mis alcances de comprensión, no logro vislumbrar si mis lecturas y pobres reflexiones me llevan a avanzar, a lograr una experiencia literaria.
Tengo muchas lecturas pendientes y las realizadas son de muy diversa y desparpajada índole, porque mis preferencias e intereses, saltan de un lado a otro sin orden ni concierto, casi aleatoriamente. Bien me pongo a leer a Octavio Paz como a Harry Potter. Me acerco a Huysmans, pero también me leo “¿Y si quedamos como amigos?”; así que no sé si hay adelanto o voy en retroceso, si voy por el camino correcto o estoy perdido por completo. Parece como si la dirección de mis lecturas estuviera en el interior de un laberinto: avanzo un poco, pero luego me topo con un muro infranqueable; regreso y me voy por otro lado más despejado, que quién sabe si me conducirá hacia donde quiero ir. ¿Y a dónde quiero ir?... supongo que a querer encontrar el camino correcto hacia la salida. ¿Y cuál es el camino correcto? ¿Y la salida hacia dónde?... Entonces me viene a la memoria la figura de Borges y claro, también la del Minotauro.