Hubo una vez en que soñé inviernos
con tu cuerpo dormitando junto al mío en la cama,
con el frío acaparado por nuestras piernas y brazos entrelazados
y donde la soledad y la ansiedad eran disipadas
con la pasión,
y también la ternura,
de tus besos a ojos cerrados.
Hubo inviernos en los que soñé,
que venías a quitarme el insomnio,
y me dabas tu cariño sin ningún reparo.
Traías la tranquilidad que el cuerpo necesitaba,
y que se transformaba en el pan de cada día.
El invierno es tranquilo, y al mismo tiempo es duro,
duro con las emociones y con el cuerpo,
se congelan las ideas, se nubla el pensamiento,
y el cariño, el tacto,
se vuelven un recurso preciado y anhelado
para quien no logra calmar los escalofríos del alma.
Apenas tengo un poco de tus labios,
y tu sonrisa que va y viene en cada gesto,
y tan solo con eso,
ya quisiera entregarme un rato en tus brazos,
y darte el cariño guardado por años.
Guardo emociones en el corazón,
para que se liberen en un futuro mejor,
un futuro que no espero,
pero que de repente choca sobre tu cara,
con forma de mujer,
que dormita junto a mí,
y que acapara el frío
con sus piernas entrelazadas a las mías.
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