Leer a Rubem Fonseca es siempre una aventura emocionante y enriquecedora; puede parecer que algunos de sus textos estén escritos a vuela pluma o de primera intención, sin ser revisados posteriormente, pero eso es sólo una impresión. Lo que sucede es que los cuentos y novelas de este brasileño excepcional, están vivos, vivos y escritos con una agilidad y sapiencia literaria que no se logra observar a primera vista, pero que subyace en las referencias literarias, filosóficas, etc, que van apareciendo mezcladas en cada uno de sus escritos.
Ahora le toca el turno a “Pequeñas criaturas”, un conjunto de treinta y un cuentos relativamente breves (cuatro o cinco páginas), que hablan sobre amores y desamores, hombres y mujeres solos y con ganas inmensas de vivir y no caer, de no ser fracasados ni escoria humana. Fonseca trata a sus personajes con dureza, sin concesiones, si los hechos de la historia los llevan por buen camino hacia un final feliz, que bueno; pero si sus acciones y decisiones los llevan por el camino equivocado, pues ya se fregaron, estarán jodidos de por vida porque así lo decidieron. Por supuesto que algunos de estos cuentos sobresalen más que otros; sin embargo, no es porque esos otros tengan menos calidad o interés, sino porque uno como lector, siente más apego por aquellos relatos que le pegan en forma más íntima. Hay un libro de Haruki Murakami: “Hombres sin mujeres” que cuando lo leí me sedujo de inmediato, con este libro de Fonseca me ha sucedido lo mismo, aquí también encuentro hombres sin mujeres, mujeres sin hombres y un sinfín de sentimientos producto de la interacción entre ambos.
El ejemplar de “Pequeñas criaturas” leído, es un préstamo de la biblioteca Vasconcelos, editado por Cal y Arena, México 2003. El comentario final es que hay que leer a Fonseca, es indispensable. “Feliz año nuevo”, “El seminarista” o cualquiera otro de sus libros que se les antoje, tengan la seguridad de que no van a quedar decepcionados. Buenas noches.
|