Supo lo que era la traición de pequeña, en el colegio. Le habían desaparecido 100 ptas a una chica de las mayores. Lo denunció a la monja pues por aquel entonces era una cifra sustanciosa. Sor Ángeles se erigió en experta Sherlock Holmes y amenazó con que nadie se iría de vacaciones de Navidad si no salía la responsable.
- Voy a decir que fui yo - le confesó Ana María a Pilar, su amiga.
- Pero, ¿ tú robaste ese dinero?- inquirió Pilar.
- No. Yo no soy una ladrona. Pero antes de quedarnos sin vacaciones...
- No lo hagas- le recriminó Pilar, antes de dirigirse a la habitación contigua a la sala de costuras, donde la monja las sometía al interrogatorio, que se prolongó hasta las dos de la mañana.
- ¿ Fuiste tú, Pilar? Yo no diré nada a nadie- le preguntó inquisitorial la religiosa cuando le llegó su turno.
- Yo no fui, Sor- le contestó la pequeña temblando de miedo.
En cambio, Ana María debió de declararse culpable a tenor de lo que sucedió días más tarde.
- No deberías ser amiga de Ana María. Ella es la ladrona. - le reconvino Sor Ángeles a Pilar, que se quedó muda de asombro ante la traición de la monja.
Nunca dejó de creer en la inocencia de su amiga. Mas desde entonces aprendió a desconfiar de las promesas de los mayores.