6:48 p.m. 01/05/18.
Tiempo de bolígrafos. Tiempo de escritura. Sigo obsesionado con el punto de los bolígrafos. Me disgusta que pinten demasiado fino o casi no pinten. Se me figura que tienen pereza de escribir, de prodigar su tinta con benevolencia; como los ávaros, que les “duele el codo” por desprenderse de algunos de sus bienes y solamente los sueltan a cuenta gotas, con mucha dificultad y altos intereses; de igual manera, los bolígrafos que poseen un repuesto de punto fino. Sé bien que ni el bolígrafo ni el repuesto tienen la culpa de ser como son: “pichicatos” con su tinta, fueron fabricados así, tienen que aguantarse y ser como les tocó ser hechos. Como cada uno de nosotros, somos también como somos, tenemos que aceptarnos con todas nuestras virtudes, defectos y demonios; probar, experimentar, equivocarnos para aprender a ser mejores. Nosotros tenemos esa oportunidad de mejorar. Los bolígrafos y los repuestos de punto fino no han tenido la misma suerte.
Todo este embrollo de palabras es porque hoy he adquirido un bolígrafo con tinta de gel, pero de un punto muy fino, que sólo permite un hilo de tinta delgado y muy pálido; he protagonizado en casa un verdadero berrinche por ello. Le deseo mucha suerte a quien le toque firmar un documento importante con un bolígrafo de punto fino que se niegue a trabajar como debiera. Me quedo con el punto mediano o grueso, aunque con ello parezca que soy medio tosco, menos cuidadoso, desaliñado, un mal hecho o francamente, demasiado payaso.
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