Complicidad



Terminó de servir la cena, él la miraba ¿indiferente? Limpió lo que había que limpiar siempre seguida de la mirada cariñosa de su marido. Empujó la silla de ruedas de aquél hombre que en sus tiempos de salud la había colmado de caricias de todo tipo haciéndola disfrutar de su varonil compañía.

Luego lo acomodó en su lecho, lo cubrió para protegerlo del frio de la madrugada y le dio un beso en la frente. Él correspondió con una mirada triste y un breve suspiro. Ella se desnudó para cambiar su ropa, se medio maquilló, no hacía falta más. Abrió su bolso para comprobar si faltaba algo. Sin regresar a verlo abandonó la habitación cerrando la puerta tras de sí, por ello no alcanzó a ver las lágrimas que resbalaban por las mejillas de su esposo.

Volvería al amanecer, satisfecha, sin culpa alguna, siempre bajo el amparo de su idea feminista y la paridad de sexos. Finalmente en lo que su marido ya no le podía dar, el otro la satisfacía bien. ¿Su marido? Consciente de su situación de minusválido la esperaría con el nuevo día, dibujando un rictus de dolor bajo la máscara de una sonrisa hermanada a la complicidad.