Sonaban las campanas del convento de la Concepción. Su repicar estrepitoso anunciaba que había llegado el día de la bendición de la Sagrada Custodia.
En aquel convento vivía la primera congregación conformada solamente por novicias jóvenes, cuya misión principal era realizar cada año en el mes de septiembre (tiempo en el que el cielo comienza a enfriar anunciando la llegada el invierno a la hermosa franciscana ciudad de Quito) la ceremonia de dicha Custodia, símbolo y guardiana de los secretos de aquella congregación.
La máxima autoridad del convento era Sor ADA, mujer de carácter fuerte y al mismo tiempo piadoso que se hallaba en su cargo desde hacia más de diez años.
La bendición de la Custodia para aquel año, no seria igual, pues junto con su bendición se recibiría la primera orden de novicias.
Para los eventos que se realizarían ese día en el Convento, habían muchos invitados entre los que destacaban por su importancia los padres y hermanos de las novicias, Monseñor Delgado (máxima autoridad de la provincia, así como del convento),el Alcalde de la cuidad de Quito entre otros.
A las doce del medio día todo estaba listo y dispuesto para dar inicio a las ceremonias que tendrían lugar en los patios de “La Concepción” que estaba lleno por los asistentes estaban expectantes del inicio de la primera ceremonia, la cual seria la bendición de la Custodia cuyo ritual tenia el siguiente procedimiento:
Ya que la Custodia se hallaba guardada en la capilla del convento dentro de un baúl que estaba bajo llave, era necesario que para el inicio a la Ceremonia dicho baúl fuera trasladado de la capilla al pequeño altar que se armaba en los patios. El traslado era realizado por las máximas autoridades del convento (Monseñor Delgado y Sor Ada) para que una vez colocado en su lugar, pudiera ser abierto por las manos de un pequeño o pequeña (símbolo de pureza) elegido de entre los concurrentes a la ceremonia y al cual se le entregarían las lleves del baúl minutos antes de iniciar el ritual.
Dicho niño o niña tenia la responsabilidad de acercarse al baúl, abrirlo sacar la Custodia extenderla hacia el sol para que todos los presentes recibieran todas sus energías positivas (la Custodia había sido visitada y bendecida por Juan Pablo ll en 1987). Posteriormente era colocada en un pedestal de cristal que la mantendría en pie y segura hasta el monto de recibir la bendición anual.
Pero esta vez, al momento que se inicio la ceremonia esperando a la pequeña que había sido escogida para liberar la Custodia, no se presentó lo que alarmó a todos los presentes, especialmente a sus padres, pero como la ceremonia no se podía retrasar, Sor Ada procedió a abrir el baúl con sus llave maestra. Al abrirlo todos los concurrentes se quedaron atónitos al darse cuenta que la Custodia no estaba.
Lo ocurrido puso de cabeza a todo el convento, por ello sin perder el tiempo Monseñor Delgado y Sor Ada, conjuntamente con los padres de la pequeña desaparecida cuyo nombre era Juliana, organizaron patrullas de búsqueda dentro y fuera del convento. La búsqueda se extendió toda la noche sin tener resultados.
Los padres de Juliana decidieron quedarse hasta que tuvieran noticias de su hija aprovechando que una de las novicias a recibirse era su hija mayor, Esperanza, teniendo la certeza de que esa decisión no molestaría a la Madre Superiora.
Aquella madrugada nadie concilio el sueño en paz y menos Esperanza, que en medio de una pesadilla recordó que a la pequeña Juliana le gustaban mucho los escondrijos. Sin pensarlo dos veces y armada con una lámpara de mano, salio de su celda hacia los jardines con el deseo de encontrar a su hermanita. Buscó de palmo a palmo entre pozos secos y matorrales, encontrándola finalmente entre las espinas de unos matorrales espesos que antiguamente fueran un arco floral natural muy hermoso pero que hacee años se allaba descuidado y casi sin vida, pero que en sus tiempos de esplendor fuera uno de los atractivos del convento y testigo de las historias de los feligreses.
Esperanza emocionada y anciosa por recuperar a Juliana tuvo que abrirse paso entre la espesa vegetación para lograrlo, cosa que le tomó tiempo pero lo consigió. Cuando se acercó a la pequeña que dormia placidamente, Esperanza agradecio a Dios atribuyendo el feliz hallazgo al poder de la custodia, la tomó en brazos y la llevó a los interiores del convento, pero manteniendo en secreto la noticia, misma que pretendía divulgar a la mañana siguiente. Los primeros rayos de sol alumbraban la celda de la joven novicia, mismos que despertaron a la pequeña Juliana quien no entendía como se hallaba en la cama de su hermana. Minutos más tarde despertó Esperanza, quien tras una breve charla con Juliana sobre lo que su travesura de jugar en los jadines habia provocado en el convento, tras la promesa de la pequeña de no volver a hacer algo así nunca más sin avisar a su familia, Esperazanza se dispuso a dar la buena nueva a todos, pero al llegar al despacho de Sor Ada las sorprendidas fueron ellas dos.
¿Qué había sucedido y porque su sorpresa?
La Custodia perdida se hallaba en el escritorio de la Madre Superiora con una carta que decía:
“He venido ayer a la ceremonia de bendición como uno de los invitados a pedirle a los Custodia que me ayudase a conseguir el dinero necesario para curar a mi madre y los gastos de su rehabilitación. Sin intención observe el momento en el que a la pequeña se le entregaban las llaves para la liberación de la Custodia. Entonces como algo repentino, se me ocurrió apartar a la niña de los patios y llevarla hacia los jardines, para que se entretuviera jugando conmigo. Así lo hice, y mientras ella se divertía jugando y corriendo de un lugar a otro, conseguí quitarle las llaves, abrir el cofre y llevarme la Custodia aprovechando un momento un de descuido a causa de la desaparición de la pequeña al momento del inicio de la ceremonia. Una vez fuera del convento, empeñe la Custodia, pues además de conocer de su valor simbólico, también conocía de su alto valor económico, consiguiendo el dinero que necesitaba, pero cuando llegue al hospital, las autoridades del mismo me dieron a conocer que mediante donativos solicitados por el hospital, se habían solventado todos los costos y futuros gastos que salvaron la vida de mi mamá.
Acto reseguido recuperé la Custodia empeñada, para hoy en la mañana devolvérsela a la congregación junto con esta carta, que no busca otra cosa que pedirles disculpas por los problemas causados, el perdón por el sacrilegio cometido y mi promesa de agradecer a Dios asistiendo todos los años a la bendición de la Custodia y solamente llegarán a saber quien fue el responsable de tan grave falta, cuando el arco floral del jardín haya restaurado y recobrado su belleza.”
Firma: ARREPENTIDO
Joysma 1998 |