En medio de desierto están dos reflexiones, dos granos de arena buscando cada uno, según una propia y difusa concepción, la justicia. Una es negra, indigena, sudaca, mujer, zurda, pobre, arabe... en sintesis diferente a los otros corpusculos que dicen ser muchos, aunque son bien pocos. Para colmo de males sufre de un mal que suele ser propio de albinos, aparte de tener sangre caliente, estar atado de lo que los granos de arena consideran como sus pies y sus manos y tener adherida a los huesos la piel junto con unos cuantos gusanos intestinales del tamaño de anacondas. El otro es blanco, y por ello se dice superior. Es pequeñito, muy pequeñito, y cobarde. Sin embargo, el verde olivo tras el que se oculta y el arma de calibre nueve kilometros con que apunta a los miles de enemigos fantasmas que se inventa(siempre tiene que haber un enemigo), le hacen ver irremediablemente grande. El insignificante grano intenta moverse, buscando un sendero que no existe pero pretende encontrar. Para él, es un heroico movimiento de resistencia, para su verdugo, un paso mas a su desgracia. Cansado de arrastrarse, el primero de los granos abre los ojos intentando encontrar una esperanza que no lehaga desfallecer, encontrandose, de frente, con el sol. Aunque le hace un terrible daño, de alguna forma logra nutrirlo, lo insta para que se arrodille, y no a entregar suplicas, sino en promesa de una consecutiva asencion. Esto colma al omnipotente, semejante osadia recibe por respuesta el beso de una bala en el alma, dejando por únicos testigos a los gusanos que ahora reptan por el camino, esquivando con dificultad los intentos de aniquilamiento por parte del grano blanco, huyendo con la firme creencia que un día, podrán convertirsen en hombre.