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Su padre nació en una familia de pescadores lo que le hizo elegir el oficio.

De niño le llevaba a pasear en su bote y le enseñó todo lo que sabía de la actividad: por ejemplo a navegar orientándose sólo con los sentidos.

Era un hombre responsable y honesto, así que antes de embarcarse se enteraba de todo lo que había que saber y por eso nunca estuvo en riesgo. Se cuidaba y sabía cuando la mar iba a volverse brava, sabía qué días iba a obtener pesca y dónde.

Su padre trabajó hasta que ya no pudo levantarse: Y le cuidaron sus hijos hasta que cerró los ojos en su propia cama, tranquilo y rodeado de queridos objetos de mar.

Para rememorar sus recuerdos de niñez y el amor que su padre le tenía al océano es que decidió comprar el pasaje en aquella embarcación inmensa con decenas de pasajeros.

En pleno verano emprendió su viaje. Y los primeros días los dedicó a conocer y disfrutar de sus atracciones.

Un tarde fresca respirando el salado viento marino se sintió sobresaltado. En principio no sabía qué era, pero algo instintivo y punzante le decía que no se estaban dirigiendo hacia el destino. Tal vez algo aprendido en sus recorridos marinos, no lo sabía precisar.

Salió al encuentro del Capitán rogándole que fuera tan amable de dejarle conocer la cabina de mando.

El Capitán gustoso le asignó como compañía a un técnico que estaba en su descanso, que con imprevista amabilidad le reseñó muchos aspectos de la embarcación. Mientras él fingía escuchar con atención y de soslayo se dedicaba a revisar los instrumentos.

Todo indicaba que estaban direccionados correctamente. Se sintió aliviado.

Ya de descanso en su camarote hizo los cálculos y estimó que tendrían que hacer escala en el próximo destino la mañana siguiente.

Preparó su vestuario y accesorios y se acostó a dormir temprano para despertar con la energía suficiente y seguirle el paso al guía turístico, después de desayunar.

Puso la alarma de su propio reloj y todo resultó perfectamente, pues hace meses que no dormía de un tirón toda la noche.

Despertó descansado y apagó la alarma antes que sonara. Hizo unos rápidos preparativos, pues gustaba de descender a los comedores y terminar una revista mientras tomaba su desayuno.

Le pareció inquietante darse cuenta que todo estaba silencioso, que el comedor no estaba operativo y que todos parecían seguir durmiendo.

Su reloj era la única pertenencia de valor que le había regalado su padre. Había ahorrado por años para regalárselo en su titulación.

Había hecho un gran esfuerzo porque era un reloj costoso y muy exacto. Era a cuerda y muy especial: tenía hora, calendario, brújula y otros instrumentos de navegación.

Volvió a su habitación y pronto sintió un pesado sueño que finalizó cuando un empleado a quien le había confirmado la noche anterior que descendería del barco le despertó.

El desayuno fue breve, ya que en minutos partía el vehículo del tour.

No pudo disfrutar de la visita del todo, pues a cada instante tenía la sensación que los lugares eran radicalmente distintos a los que recordaba haber visto en las revistas que tanto gustaba leer con el desayuno. Pensó que tal vez las fotografías tenían la finalidad sólo de promover el turismo y se sintió algo estafado.

… Al día siguiente despertaría en alta mar y podría volver a tomar un descanso, respirando el aire marino.

La noche anterior no había consumido sus pastillas para el insomnio, pues quería probar si estas vacaciones eran la cura para su malestar y como había sido efectivo prescindió nuevamente de ellas.

A media noche despertó y se dio cuenta que el reloj de la mesita de noche estaba funcionando y lo desconectó pues el paseo le había dejado agotado y quería descansar, recordó la alarma de su propio reloj y la desactivó.

Despertó nuevamente sin ayuda, tenía hambre así que apuró su salida.

Y quedó impresionado al ver el casino repleto, pero él no tenía apuro alguno así que hizo todas aquellas actividades que disfrutaba tanto.

No tenía humor para tenderse al sol, estaba sufriendo de un leve dolor de cabeza y prefirió regresar a su habitación para relajarse escuchando música.

Para compensar la actividad que había descartado decidió esperar la puesta de sol en cubierta. Puso entonces la alarma de su reloj querido antes de olvidarlo, ya que no ostentaba la gran memoria de su padre.

Observó su reloj y algo no andaba bien. Él siempre lo traía encima aunque estuviera durmiendo. Para él era un objeto protector. Nadie podría haberlo manipulado.

La fecha no coincidía con el reloj y calendario instalado en el casino, la diferencia era de dos días. Y la brújula indicaba que se dirigían en sentido contrario.

Convenció nuevamente al Capitán que le permitiera ver más de cerca los instrumentos de la sala de máquinas, argumentando que se había distraído con la reseña que amablemente le habían dado y olvidó conocerlos de cerca.

Revisó los instrumentos y la distancia recorrida y orientación parecían correctas.

Más tarde no sólo decidió ver el atardecer, sino quedarse a reconocer en las estrellas el rumbo recorrido.

Con impaciencia esperó las horas que restaban para la llegada de la noche y la conclusión fue concluyente: su reloj entregaba la hora correcta para la zona y la temporada y se desplazaban en sentido contrario a su destino.

Al día siguiente, ya con menos estrategia le exige explicaciones al Capitán, quien decide negarle el ingreso nuevamente a la Sala de Máquinas y le prohíbe acercarse siquiera a dos metros, bajo amenaza de arresto.

Una mezcla entre rabia, injusticia y temor le invadieron. ¿Qué tenía que entender de tal respuesta? Durante una hora divagó recordando cada situación vivida. Aquel presentimiento intenso, el descenso en que los paisajes no coincidían, el reloj despertador que le parecía no haber programado, las diferencias de días.

… Pero, sobre todo la actitud agresiva del Capitán. ¿A qué podía deberse el que se negara a escucharle y amenazarlo de tal forma?, ¿¿sería consciente de lo que sucedía y era parte de aquello?? Los pasajeros lo tenían que saber, se los diría y lo obligarían a llegar a un destino cercano y en aquel lugar darían aviso del incidente.

Recordó que a esa hora el karaoke era la atracción, así que caminó decidido a arrebatar el micrófono para dirigirse a los asistentes.

Y dijo ante todos:
- ¡por favor, pongan atención tengo algo importante que decirles! –
- Debemos dirigirnos todos a la sala de mando y detener al Capitán –

En principio, la gente no sabía qué pensar: sería un loco, sería parte del show, ¿a qué Capitán se refería?, ¿al sujeto guapo, amable y encantador que los recibió a cada uno al abordar?
- Estamos siendo secuestrados, se nos está llevando a un lugar distinto que el destino de este barco –
- ¡Adónde nos llevan!, dijo alguno –
- No lo sé, sólo sé que no vamos en la dirección adecuada –

Ya alertado por el personal apareció el Capitán del crucero, acompañado por unos guardias de a bordo.
- Yo tengo una pregunta que hacerle, dijo con voz alta el Capitán con la finalidad que todos pudieran oírlo –
- ¡Ahora es el momento, aprendan al Capitán! – gritó.

De entre la multitud un hombre dijo:
- ¡A ver, dejemos que haga su pregunta el Capitán! –
- Le pregunto a usted, con toda amabilidad, ¿porqué está causando este alboroto? –
- No es ningún alboroto, usted nos está secuestrando –

Se rió el Capitán con carcajadas, al mismo tiempo que se sumaban los guardias, para luego sumarse la tripulación y los pasajeros.
- Está bien, ¡silencio!… démosle una oportunidad. ¿En qué se basa para lo que dice? -
- En que tengo mis propios instrumentos y mi calendario marca otra fecha, mi brújula muestra que vamos en sentido contrario a nuestro destino. Y según mis cálculos y los nudos a los que viaja esta embarcación nos hemos alejado tres días -
- ¿No estarán sus instrumentos descompuestos? -
- Para nada, están funcionando perfectamente, son instrumentos de precisión –
- ¿Me va a decir que son más precisos que los de la sala de mando?, ¿usted vio algo inusual en nuestros instrumentos? -
- No, pero… -

El Capitán no le dejó proseguir preguntándole ¿porqué creía saber más que los especialistas de a bordo?
- Porque mi padre tenía amplios conocimientos de navegación –
- ¿Y qué grado tenía su padre? -
- No tenía grado, era pescador –

El Capitán soltó otra gran carcajada pegajosa, mostrando la perfecta sonrisa que le había costado millones en conseguir. Y al tiempo, decenas de risas rebotaban por el techo.
- ¿Qué haremos con él? – se oyó una voz.

El Capitán hizo ademán con sutileza a los guardias de aprender al alborotador.
- Por favor, sean gentiles con él; es un pasajero y debe estar un poco enfermo – dijo el Capitán.

Lo anterior fue reafirmado por el médico de a bordo con un movimiento afirmativo de cabeza, complementado con un ¡pobrecillo! Que fue secundado por miradas piadosas de pasajeros, algunas más hastiadas y otras irritadas.

En la parte trasera del salón un hombrecillo intentaba alentarse a decir lo que estaba pensando.
- Un momento, por favor –
- Tal vez este hombre esté diciendo lo correcto –
- Los pescadores son grandes navegantes, de eso sé pues nuestra cultura es de pescadores-
- ¿Y qué cultura es esa? – gritó alguien de más atrás.
- Soy chino dijo –

Iba a entregar más antecedentes, pero fue interrumpido por una voz rasposa y sonora.
- Señor, no me importa si usted es chino, finlandés, sueco o lo que sea –
- Yo no estoy dispuesta a interrumpir mi viaje, me espera una vida de éxito donde voy –
- Ni usted, ni este loco que seguro me envidian van a lograr que no cumpla mis sueños –
- Si colaboran, les prometo que les enviaré un autógrafo dedicado –

Un sujeto que rondaba a la mujer desde que la vio cantando en el karaoke, aprovechó para darle su apoyo incondicional.

Ancianos consideraban que ya era hora de tomar sus medicaciones, niños se quejaban de aburrimiento y los adultos pensaban que un “don nadie” les estaba haciendo perder el tiempo.

Otra voz de un costado dijo:
- Por favor, este es un Crucero de prestigio y el Capitán debe ser un hombre experimentado. No podemos hacerle caso a este sujeto que se supone que reclama: ¿qué era?, ¡ah, porque su padre era pescador!... ¡por favor!... -

Un pasajero se sumó agregando:
- ¡¡Hasta cuándo perdemos el tiempo!!, yo tengo negocios esperándome y nadie me va a hacer perder mi pasaje. Si alguno consiente con este sujeto ¡los voy a demandar! ¡Y esto se sabrá, se los aseguro!

Y fue entonces cuando perdió su libertad después de un “¿entonces qué haremos?”.

Terminó en la cárcel del crucero y ahí llegó aquel hombre oriental a visitarle.
- Yo le creo – le dijo.
- Yo sé porqué usted está aquí y es por mi causa –
- Usted no me conoce, pero yo soy genetista –
- He descubierto el genoma que causa patologías hereditarias y otro tendencias a una enfermedad. Lo que haría que muchas enfermedades no fueran transmitidas de familiares a hijos y que para otros casos los fármacos económicos para la enfermedad fueran altamente efectivos -
- Mucha gente que no responde a los tratamientos tendría acceso a salud barato, sencillo, respetuoso y efectivo –
- Yo estaba orgulloso y eufórico –
- Y ahora estaba en la etapa de difundir mi descubrimiento –
- Pues... iba a un Congreso en Francia cuando tomé un taxi, pero me recordé que había olvidado algo y tenía tiempo para buscarlo así que descendí de él, pero alguien lo tomó enseguida y me ahorré el disgusto con el taxista –
- Pues, cuando llegué me enteré que se había suspendido el Congreso porque el relator había fallecido –
- Pregunté al promotor de la entrada y me dijo que los testigos habían visto al taxi pasar por encima de un bulto que explotó –
- Soy un hombre solterón de ciencias y todo lo que llevo lo traía encima, no volví al hotel –
- Más tarde arrendé un departamento en donde sólo me pidieron el dinero del arriendo y no les importó nada más –
- Me he sacado pocas fotos en mi vida, pero había una que me tomaron en el trabajo para mi cumpleaños y la vi publicada en televisión –
- Me fui del departamento, era cosa de tiempo que me buscaran ahí. Y compré un pasaje en este crucero, en que sabía que era demasiado vistoso y el listado de pasajeros era enorme–
- ¿Me está diciendo que nos secuestran a todos porque lo quieren a usted? – dijo abatido el recluso.
- Así es – concluyó el oriental.
- No haga nada precipitado. Pero, apenas pueda huya – le dijo.
- Pero, ¿y usted? Es fundamental salvarle –
- Yo ya estoy muerto, señor. No permitirán que esto vea la luz –

Se las arregló para sacar cálculos hacia dónde podrían dirigirse; ya estaba anunciado que el viaje llegaba a término la mañana siguiente. Cayó en cuenta adonde se dirigían.

No pudo dormir bien. Era una celda, no se suponía que debía ser cómoda.

Un zumbido cada vez más cercano le despertó.

Después un clamor de voces de hombres, mujeres y niños. Se oía gritos que no entendía mezclados entre llantos.

De pronto, oyó una carrera cada vez más cercana y apareció el hombre de negocios con una llave que se la entregó al prisionero.
- ¡Abre!, ¡sálvanos!, ¡Tú puedes salvarnos!
- ¿¿Qué pasó?? – le dijo, mientras abría la celda.
- ¡Le dispararon a un hombre! –
- ¿A quién? -
- Al tipo ese que te defendió –
- El chino –
- ¿Y qué era un zumbido que escuché? –
- ¡Un helicóptero!, se llevó al Capitán y a parte de la tripulación -
- ¡Estamos sin rumbo!, ¡ayúdanos!, ¡sólo tú sabes cómo manejar la embarcación! –

Ahí cayó en cuenta de lo que se esperaba de él, que salvara a este barco repleto de gente que esperaba supiera cómo conducirlo.

Sintió una náusea que tuvo que controlar; si bien con su padre había viajado en embarcaciones más grandes que un bote la sala de máquinas de esta embarcación era inmensa, además no quedaban muchos de los técnicos.

Aún así, sabía que no era todo por lo que tenía que temer.
Pidió que le dejaran un tiempo solo, que nadie le perturbara y se mantuvieran en el restaurante, porque necesitaba poder identificar los comandos y apenas tuviera una conclusión iría allá a comunicárselas.

Esperaba el momento exacto, tomó un chaleco inflable, echó una cantidad de barras de chocolate de la máquina expendedora para los empleados en sus bolsillos y subió los cierres. Ubicó en un mapeo dónde estaban los botes salvavidas y se dirigió allá, tomó uno y se alejó con todas sus fuerzas.

Sabía que le echarían en menos, sabía lo que sucedería… De pronto, se oyó un sonido apagado, como una succión. Ahí estaba sucediendo…

No hubo tiempo para gritos, se ahogaron todos bajo el agua. Era para que todo sucediera de una vez, para que ese barco desapareciera en el océano. Ni siquiera hubo intentos de salvación, no hubo tiempo.

No podía tampoco enfocarse en aquello, no podía saber hasta dónde había riesgo.

Al crucero Vanity se lo tragó un precipicio del océano. Sus cálculos habían sido correctos.

Texto agregado el 09-07-2018, y leído por 70 visitantes. (2 votos)


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