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Nuestros temores.

A las diecisiete horas de un día muy caluroso, cinco personas suben a un ascensor. Son tres hombres y dos mujeres, desconocidos entre sí que por distintas razones coincidieron en subir al mismo ascensor.
Cada uno se dirigía a un lugar determinado que no necesariamente era el mismo, el edificio tenía quince pisos y …. Mejor entro a detallar quienes eran estas personas…
Julia Arzogaray, una distinguida abogada, conocida con el apodo de “vinagre” debido a su carácter ácido, una mujer hermosa pero sin piedad, era bien sabido que no perdonaba a nadie, ganar el caso que tuviera entre manos era su objetivo, caiga quien caiga y eso la había convertido en una mujer desagradable.
La segunda mujer era una humilde secretaria no muy atractiva pero que a pesar de sus años aún tenía una mente brillante, querida por sus jefes por su eficacia pero más aún por su bondad. Su nombre era Genoveva Bereau.
Alfonso Benavide era el mayor de los hombres, director de un banco, elegantemente vestido, parecía temeroso, miraba a todos lados bajo sus lentes de aumento, era apreciado pero nadie hubiera notado su ausencia.
Juan Carlos Guerrido un muchacho de unos treinta años que vivía en el edificio desde el mes anterior y que no conocía a nadie, un poco desaliñado el cabello pero pulcramente vestido y aseado.
Jean Pierre Franco un hombre de abundante cabellera de unos cuarenta años, vestido de traje azul camisa blanca y corbata roja, a primera vista se le podía confundir con un empleado de oficina pero era en realidad el nuevo cónsul francés que visitaba a un amigo en el décimo piso.
Cuando ocurrió el desperfecto del ascensor se encontraban en el octavo piso, quedando en medio de dos pisos sin posibilidades de poder abrir la puerta.
Al principio nadie hablaba, se miraban unos a otros con recelo pero a medida que los minutos pasaban y que nadie venía a socorrerlos, comenzaron a moverse, el ascensor tenía capacidad para veinte personas, era bastante amplio y les permitía moverse o sentarse en el piso si estaban cansados de esperar.
El primero en hablar fue el cónsul:
¬¬¬___Creo que debemos esperar tranquilos, alguien vendrá por nosotros, saben que hay gente dentro del ascensor.
___Eso no me consuela, estoy apurada tengo una audiencia en veinte minutos, dijo la abogada con tanta acides que a los hombres que habían estado observándola los dejó desconcertados. Era bonita pero no parecía una mujer agradable.
La siguiente en hablar fue la secretaria:
____Trataré de usar mi celular, quizá se pueda usar aunque estemos encerrados… pero por más que lo intentó, todo inútil, nadie se asomaba ni gritaba ni les hablaba.
Los minutos seguían pasando y el calor era insoportable habían comenzado a transpirar y a sentirse mareados.
El director del banco estaba calmado, no tenía apuro, había terminado su horario laboral y nadie lo esperaba en su casa, lo que le estaba pasando era una aventura para él, nadie imaginaba cómo había llegado a ser lo que era, era todo un misterio para quienes lo conocían.
El más nervioso parecía ser el muchacho que vivía en el edificio, Juan Carlos, decía sufrir de claustrofobia y había comenzado a sofocarse pero gracias a la paciencia de la secretaria que se sentó junto a él en el suelo y comenzó a hablarle, se fue recuperando.
Pero las horas seguían pasando y el nerviosismo no los dejaba pensar, ¿Por qué nadie se contactaba con ellos? No era normal que estuvieran tantas horas incomunicados, habían empezado a discutir entre ellos y aquello se había convertido en una batalla campal, estuvieron a punto de agredirse físicamente de no haber interferido la secretaria que parecía la más coherente y dispuesta a apaciguar los ánimos de todos.
A pesar de no tener motivo cada uno culpaba a otro sin saber por qué.
El subconsciente de cada uno comenzó a florecer y a darles motivo para las confesiones sin motivo aparente unos hablaban consigo mismo o pensaban en voz alta.
___Me estoy sintiendo diferente dijo Julia, un arrepentimiento que no puedo entender me está invadiendo, creo que si salgo de este ascensor no voy a defender a mi cliente, sé que es el asesino de una niña pero aunque mi trabajo es defenderlo, no sé por qué creo que voy a decirle que se busque a otro abogado y diciendo esto se puso a llorar amargamente.
Genoveva sólo podía orar, estaba convencida de que nadie vendría por ellos, sabía en su fuero interno que jamás saldrían de allí.
El director del banco se sentía aturdido, quería recordar su vida pero pensaba que era tan simple que quizá ni valdría la pena intentarlo, sus ojos estaban fijos en algún punto de la puerta del ascensor sin poder moverlos.
Jean Pierre pensaba que era muy joven para morir aunque creía que su amigo sabría que estaba en el ascensor y vendría por él, también pensaba en su vida, hacía muy poco tiempo que lo habían nombrado cónsul de su país en Afganistán y el único amigo que tenía era un francés que trabajaba en el consulado y con el único que podía hablar su idioma, pensaba que quizá había hecho algo de trampa al cambiar sus documentos con el verdadero Jean Pierre Franco pero cuando cayó el avión y a pesar de salvarse tenía mucho miedo a que lo encontraran y supieran que era de nacionalidad israelí que decidió cambiar sus documentos con el que sí había muerto, eran bastante parecidos y casi de la misma edad y pensó que debía salvarse por todos los medios haciendo el cambio de documentos.
Juan Carlos estaba tranquilo pero también pensaba:
___Quisiera no haberme mudado para este edificio pero eso de ser espía tiene sus inconvenientes y además es a dónde me mandaron, voy a tener que calmarme, cada uno está diciendo muchos secretos que en otra circunstancia no lo haría, debo permanecer tranquilo.
Y las horas siguieron pasando y el silencio era aterrador, alguno se quedó dormido aunque otros no pudieron hacerlo y comenzaban a mostrar sus miedos y temores, algunos lloraban otros rezaban y algún otro simplemente se resignó a esperar.
Pero todo llega a su fin y este fue el caso, de pronto, una luz muy brillante los cegó completamente y uno a uno comenzó a salir, muy despacio hacia su futuro, nubes, claridad y un coro de ángeles los esperaba.
Pero en el edificio la realidad era otra, la gente que podía asomarse a mirar lloraba por el alma de aquellas personas que habían muerto calcinadas debido a la bomba que había caído dentro del edificio y del cual no había podido salir nadie vivo y pensaban ¿Hasta cuándo Señor?

Omenia.


Texto agregado el 02-07-2018, y leído por 162 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
09-07-2018 Excelente cuento amiga,tener esa experiencia debe ser terrible El final me dejó perpleja,ya que murieron. Hiciste muy bien tu escrito tanto que se siente el miedo***** Un beso Victoria 6236013
02-07-2018 Qué buen cuento, Ome!!! Me saco el sombrero, querida. Genial, genial!!! MujerDiosa
02-07-2018 Qué fuerte Omenia! imaginé que algo pasaría al final pero no algo tan terrible. Muy bueno. Magda gmmagdalena
02-07-2018 Soberbia historia, Omenia. Pintaste la realidad de seres y países, si señora; y sólo te bastó un ascensor como escenario. Maravilloso. Lo disfruté full. Un besote. SOFIAMA
02-07-2018 Terrible cuento magistralmente narrado. Te felicito. Una aterradora experiencia, pero no tanto como la de ese maldito que te unea, va a ser enterrado vivo y por mas que arañe el ataúd no podrá salir. Cuando lo incineren, después de muchos años, notarán que en el techo del ataúd, sus rasguños han dibujado una estrella. -ZEPOL
 
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