Concurso tema: el mal
María era feliz; estaba casada con el hombre más bueno del mundo.
Esa tarde, en casa de su amiga Rosa, se deshacía en elogios hacia su marido mientras ella la miraba con envidia.
-Como el Rolo, no hay -decía orgullosa.
-Pensar que a tu mamá, el Rolo no le gustaba. ¿Quién iba a decir que iba a resultar tan buen candidato? -comentó la amiga.
-¿Viste? tengo mucha suerte. Es tan amoroso; me ayuda en las tareas de la casa, me lleva a cenar afuera...
-Marta, la novia que tuvo antes de conocerte a vos, debe estar arrepentida por haberse peleado con él. Se va a quedar para vestir santos, esa. Ninguno le viene bien.
-Es que al hombre hay que halagarlo. De esa manera conseguís mucho más que quejándote. Y esa mujer es una quejosa -dijo muy segura, María.
-Y contame... ¿qué te regaló para tu cumpleaños? -preguntó Rosa.
-¡Ay! ¡no sabés! me compró un anillo precioso. No lo quiero usar porque es muy caro. Llama mucho la atención ¿viste? -respondió María.
-Hacés bien. Además, así no despertás tanta envidia ¿no? Dicen que la envidia es muy perjudicial. Cuidate, no sea cosa que al Rolo se le ocurra cambiarte por otra -dijo Rosa guiñando un ojo y señalando la casa de la vecina de enfrente.
-¿Me lo decís por algo en especial?-preguntó María un poco preocupada.
-Por nada, por nada. -respondió la amiga.
Pero ya había sembrado una mala semilla.
Seria y pensativa, María se despidió de Rosa mirando de reojo la casa de enfrente. Vio salir a Susana, la viuda joven del barrio. Iba vestida con una calza ajustada que no dejaba nada para imaginar, un escote demasiado pronunciado y los labios pintados de rojo. Cuando se saludaron, María creyó ver una sonrisa maliciosa en el rostro de la otra.
Esa noche, el Rolo se veía distinto: parecía ensimismado, como si tuviera alguna preocupación.
-¿Te pasa algo, querido?- preguntó María.
-¿Por qué me preguntás eso? no, no pasa nada, nena.
-No sé, te veo serio, por eso nomás. ¿Tenés algún problema?
-Vos sabés que estás con el tipo más bueno ¿no? Decilo, me gusta que lo digas.
-Sí, Rolo, sos un pedazo de pan.
-Muy bien. Los tipos buenos nunca tenemos problemas. Además, una mujer que sabe ver la bondad en su pareja, atrae más bondad. ¿Sabías eso?
Más tarde, cuando Rolo se quedó dormido, María aprovechó para revisar su celular, y aunque no encontró nada, comenzó a experimentar dudas.
Al día siguiente lo llamó varias veces, le dejó algunos mensajes y estuvo triste sin saber la razón.
Al poco tiempo, María dejó de sentirse feliz.
Rolo se dio cuenta de que su mujer no era la misma; ya no reía como antes. Comenzó a sentir gran malestar e impotencia al notar que nada la satisfacía. Los regalos no llamaban su atención, tampoco sus esfuerzos por hacerla sonreír. Los dos estaban tensos, discutían por nimiedades, no disfrutaban al estar juntos.
Una tarde, ella lo siguió, y cuando él notó que María desconfiaba se sintió herido.
Decidió enfrentarla cuanto antes; la situación no podía continuar así.
El momento de la cena era insoportable; los dos se miraban con recelo. Ella servía la comida sin decir palabra, y Rolo apenas probaba bocado.
Hasta que él no aguantó más, y estalló.
-¿Me gustaría saber qué he hecho para que actúes de esa manera?
-Nada, Rolo, no ocurre nada.
Él apretó los puños para contener la furia que lo dominaba.
-¿Cómo nada? algo te pasa, no me mientas.
-En serio, son cosas mías, no tiene nada que ver con vos -respondió Rosa, tratando de aliviar la tensión.
-No te creo, ¿hace cuánto tiempo que no sonreís? ya nunca me decís que soy bueno... algo está pasando... y quiero saber qué es.
Rolo se levantó de la silla y la arrojó violentamente contra la pared.
-Quedate tranquilo, querido -dijo María.
-¿Cómo me voy a quedar tranquilo? Vivo para hacerte feliz y así me lo agradecés. ¿Acaso te gusta ignorarme y hacerme sentir mal?- gritó él.
María lo miraba asustada; su enojo crecía y ella no sabía cómo evitarlo.
-Está bien, Rolo, me equivoqué.
-¿Qué te equivocaste? ¿Así lo querés arreglar? ¿Te creés que no me di cuenta de que me estuviste siguiendo y que anduviste revisando mi celular?
-Perdón, Rolo -dijo María llorando.
-¿De qué perdón me hablás? Claro que no te voy a perdonar. ¿Vos qué te crees? Tratarme a mí así. Con lo que yo me preocupo. Todo el día pienso en tu bienestar ¿sabés? me desvivo por vos.
Rolo avanzaba y María retrocedía para escapar de aquel desconocido.
-Porque yo soy bueno ¿entendés? ¡BUENO! A ver repetí: BUE- NO
-Sí, sos bueno- dijo María al sentir el sabor de la sangre en sus labios mientras se sumía en la oscuridad.
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