Tenemos un miedo que nos detiene. Le tenemos miedo al éxito.
Eso suena un poco extraño. ¿Tenerle miedo al éxito?
Así es. Por extraño que parezca, es común ver actitudes que simplemente nos detienen. A veces, nosotros somos nuestros propios enemigos en la carrera hacia el triunfo, especialmente cuando hacemos lo que es costumbre hacer en nuestro medio. Para ver si tú le tienes miedo al éxito, y sin darte cuenta te detienes a ti mismo, contesta con franqueza las siguientes preguntas.
1. Generalmente, si una amistad te dice que está deprimida, ¿te sientes un poco culpable de ser feliz y no poder ayudarla?
2. ¿Piensas que es mejor no contarle a otros acerca de tu buena fortuna, para que no te envidien?
3. ¿Te cuesta decirle NO a la gente?
4. Antes de empezar a trabajar en algún proyecto importante, ¿de repente te encuentras con muchas cosas que tienes que hacer primero?
5. ¿Piensas que la gente que usualmente se preocupa de sí misma es egoísta?
6. Cuando algún conocido triunfa, ¿sientes que vas mal en comparación con él/ella?
7. ¿Te sientes mal de pedirle ayuda a otros?
8. ¿Crees que para evitar conflictos, es mejor tratar de estar de acuerdo con la otra persona?
9. Cuando llegas a una decisión, ¿es ésta final?
10. ¿Te avergüenzas un poco cuando alguien te elogia o dice algo agradable de ti?
11. Cuando te involucras en una actividad competitiva (deportes, juegos, trabajo), ¿te preocupas de tu rendimiento y ya no disfrutas tanto de la actividad?
12. Cuando las cosas están saliendo muy bien para ti, ¿te preocupas que vas a hacer algo para arruinarlo?
13. ¿Crees que el reír demasiado es señal de que algo malo podría suceder?
Según mis pruebas, si contestas: SÍ a más de cuatro preguntas, entonces es muy probable que algunas de tus actitudes te detengan a ti mismo.
Lo cual recuerda algo que le sucedió a Hadan cuando cumplió 55 años.
Hadan ya tenía décadas de vivir como zombi. De repente un día despertó de su letargo y decidió cambiar de una vez por toda su manera de ver las cosas y de enfrentar la vida. Decidió fundar una Asociación de Contadores Públicos para crear una manera de ayudar a otros en su profesión. Así que inició la labor de promoción, envió más de cien cartas, distribuyó cerca de dos mil bifoliares, hizo una gran cantidad de llamadas telefónicas, alquiló un salón para la primera reunión, y se preparó para el evento más importante de su vida profesional.
Llegó el día de la reunión. Había lugar para más de cien personas.
La reunión estaba anunciada para dar inicio a las 8:00. Hadan creía en la puntualidad, por lo que estuvo allí desde media hora antes del momento en el cual daría inicio.
A las 7:45 se abrieron las puertas del salón para dar oportunidad de ingreso a los que llegaran temprano.
A las 10:30, Hadan se retiró del lugar con un millón de preguntas en la mente. ¿Qué pasó? ¿Qué fue lo que ocasionó el resultado? ¿Por qué?
El total de asistentes a la reunión había sido de… cero. ¡Cero!
Eva vio a Hadan entrar a la casa e inmediatamente supo que algo había salido mal. Los ojos perdidos en la distancia, la frente baja, los hombros caídos, todo indicaba que el evento que su esposo tanto había esperado y para el cual tanto se había preparado, había sido un fracaso. Pero jamás se imaginó hasta qué punto.
--¿Nadie?—preguntó incrédula— ¿No fue nadie?
—Nadie—respondió Hadan sin atreverse a verla a los ojos.
Eva se dio cuenta que lo mejor era no atormentar más a su esposo,
Así que ya no hizo más preguntas ni comentarios.
Durante la obligada depresión que le sobrevino, Hadan vio un día un documental acerca de uno de los boxeadores más famosos de todos los tiempos, Mohamed Alí, quien al principio era conocido como Cassius Clay. Hadan escuchó cómo Alí, después de perder el título mundial de los pesos pesados a causa de una estrategia equivocada, se puso a entrenar más duro que nunca, cambió su plan de batalla y recuperó el título en una de las peleas más emocionantes de la historia.
Hadan reflexionó.
--Alí perdió el título. Fracasó. Fracasó en una pelea por el título mundial. Se levantó. Entrenó más duro. Aprendió de su error anterior. Peleó más fuerte. Recuperó el título.
Hadan se comparó con Alí en algunas cosas. Vio que ambos habían fracasado en una empresa muy importante. Decidió entonces que tenía dos opciones: quedarse tirado ahora que la batalla había terminado y rendirse. Dar la guerra por perdida completamente. O levantarse, averiguar el porqué la reunión había fracasado de manera tan estrepitosa, e intentarlo de nuevo, una y otra vez hasta llegar al objetivo. Y eso fue lo que hizo. Revisó sus actitudes y sus esfuerzos. Observó que algunos de sus actos y formas de pensar claramente lo convertían a él mismo en su peor enemigo y mayor obstáculo. Cambió sus paradigmas (su manera de pensar y de ver las cosas) acerca del triunfo y el éxito. Cinco años y miles de horas de esfuerzo más tarde, su sueño se había hecho realidad. Hadan era el presidente de la Asociación Nacional de Auditores y Contadores Públicos con más de tres mil quinientos miembros inscritos. La Convención Anual se efectuó con más de dos mil asistentes en esa ocasión.
Parece una historia ficticia, pero no lo es. Los nombres han sido cambiados para proteger la privacidad de los participantes. En tu caso, es hora ya entonces de revisar tus actitudes y decidir cuáles de ellas te están afectando. Recuerda, eres lo que eres: un ser humano con un cerebro excelente y todo el potencial del mundo.
Ahora, si utilizas la ecuación perfecta:
Cerebro + Visión + Acción
...estás ya encaminado hacia el éxito. No te detengas. No te conviertas en un zombi como Hadan y Eva. Aprovecha al máximo tu tiempo y escudriña la siguiente sección:
Nuestras Metas
Las podemos alcanzar.
¿Cuales son tus metas?
Esto es lo principal, lo primero. Tienes que definir cuáles son tus metas. ¿Qué es lo que deseas lograr o alcanzar?
· ¿Triunfar en los estudios?
· ¿Tener un hogar armonioso?
· ¿Alcanzar la madurez espiritual?
· ¿Triunfar en el deporte?
· ¿Profesionalizarte?
· ¿Tener tu propio negocio?
· ¿Escribir un libro?
· ¿Viajar por todo el mundo?
De preferencia, haz lo siguiente en este momento. Piensa en lo que es realmente importante para ti en esta etapa de tu vida. Incluye las personas, los eventos, las instituciones que tú consideras esenciales para que puedas no solamente sobrevivir sino también ser feliz.
Ahora detente, deja de leer este libro, escribe esa lista y ordénalos desde el elemento o persona más importante hasta incluir todos los demás. Continúa leyendo cuando hayas escrito esa lista. ¡Detente y escribe la lista!
Muy bien. Revisa tu lista y mira el número 1 de la misma. ¿Eres tú? Si no lo eres, deberías serlo.
Eso no es egoísmo. Eso es reconocer que te valoras y te das cuenta de que lo esencial es que primero te cuides a ti mismo para así poder cuidar de los demás. Primero tienes que atender tus necesidades básicas para luego satisfacer las necesidades de los seres humanos u otros elementos que consideres importantes para ti. Tú tienes que ser el primer blanco de tus emociones y objetivos.
Piensa entonces en los primeros lugares de tu lista y escribe ahora tus metas más importantes. Analiza ambas listas, especialmente los primeros lugares. ¿Cómo se complementan? ¿Se obstaculizan entre ellos? Si te das cuenta que alguna meta puede interferir con tu propia felicidad o la del siguiente ser humano más importante para ti, tienes que decidir qué es más indispensable en este momento y en el futuro. Recuerda: no puedes satisfacer a todo mundo. No puedes arreglar todos los defectos e injusticias de esta vida aunque tengas todo el deseo de hacerlo. Así que si cumplir con una meta muy importante requiere algún sacrificio, eres tú la única persona que puede y tiene que escoger entre si en realidad vale la pena tal meta o si sería mejor para ti y los demás involucrados el renunciar a ella. No siempre lo que queremos es lo que más necesitamos o lo que más nos conviene. Es aquí donde debemos recordar que las mejores decisiones (que también a veces son las más difíciles) se hacen con la mente, no con el corazón.
¿No usar nuestro Corazón?
Esto no es fácil. Somos criaturas sentimentales. Lo único que realmente nos diferencia de los demás seres vivos es que nosotros podemos fácilmente expresar nuestros sentimientos, mientras que es difícil para el ser humano promedio saber si un tiburón o una araña está triste, a menos que tenga experiencia en descifrar su comportamiento.
Pero a la hora de hacer decisiones, nuestro corazón no siempre es un buen consejero. Si nos dejamos llevar solamente por los sentimientos, será más fácil que nos ahoguemos en un vaso de agua, o que decidamos no hacer algo importante por miedo a lo que pueda suceder, basado en experiencias pasadas o ajenas.
Es bueno e incluso necesario usar la intuición a veces, pero nuestras decisiones más importantes, por muy frívolo y frío que parezca, deben ser hechas con la mente, a través del proceso de análisis imparcial de los hechos y demás elementos que puedan afectar nuestro accionar. Es necesario aclarar que estamos hablando de tomar decisiones, no del proceso de generación de ideas. En la generación de ideas es deseable y usualmente necesario usar la intuición. Esto es explicado en un capítulo posterior.
¿Piensas que puedes lograr tus metas?
¡Estás equivocado!
Así es. Recuerda que si piensas que puedes lograr tus metas, ya empezaste a perder tu rumbo. No se trata de pensar, sino de darse cuenta que puedes, de saber que puedes. ¿Te das cuenta de la diferencia?
Cuando tú te ves a ti mismo y te das cuenta de todo lo que hay en ti, todo el poder, todo el potencial, toda la fuerza que existe en tu alma (aunque a veces parezca no estar allí esa fuerza) entonces ya no tienes que pensar que puedes lograr algo. Te das cuenta que puedes.
Sabes que puedes. No hay duda en ti mismo que puedes, ninguna en lo absoluto. Por eso afirmamos que no se trata de CREER o PENSAR que puedes, sino de saberlo, de realmente abrir los ojos y DARSE CUENTA de ello.
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