Creí que las aves cantaban sólo cuando amanecía.

Ayer oí una por la noche cuando me distraje con recuerdos pasados tomando un café y fumando un cigarro.

Me pareció raro y dudé del sonido que escuchaba, pero así fue y era un canto.

Un pequeño pájaro al borde de un árbol. Ahí saltando entre sus ramas oscuras, deshaciendo las gotas que sus alas tenían.

Bajo la lluvia abría su boca y expulsaba sonidos. Quizás qué decían sus notas.

Pensé que cantaban cuando la vida les pedía alzarse en busca de nuevos espacios. Huyendo del invierno, migrando hacia otro lado.

Creía que cantaban cuando buscaban compañía, tratando de sorprender con las plumas lo que podría ser el mantener la tradición de su sangre y herencia.

Sabía que también se silbaban cuando se convertían en la presa de alguna otra ave más grande que ellas.

Me confundían sus sonidos agudos y bajos. Pero fue un bello recuerdo el que se producía junto a la canción de su pecho.
Ahí noté, en ese entonces, el amanecer que desde la ventana se veía.

El ave cantaba al sol que nacía y que estaba iluminando la visión que en mi mente tenía.

Mirando de reojo, vi el reflejo mío en aquella ventana y había otro pájaro.

Yo sonreía.