Esta es una historia de una persona anónima, pero tiene un gran e importante mensaje.
Hay cierto escrito que hace la pregunta, “¿Cuántas veces te habrás acercado a la meta sin saberlo, pero jamás llegaste a ella, no la viste porque te rendiste?”
A mí me sucedió algo similar.
En cierta ocasión luché por ingresar a un programa de estudios de computación. Era un programa tan riguroso y estricto que solamente diez de cada cien solicitantes lograban pasar el examen de admisión. Yo fui uno de los pocos afortunados.
Una vez que estaba en el programa, que duraba dos años, me di cuenta que se necesitaría de mucho más esfuerzo de lo normal para poder culminarlo con éxito.
Cuando habían transcurrido tres meses, fui ascendido en la empresa en la cual laboraba. Tendría ahora la responsabilidad de supervisar a varios de mis compañeros.
El ascenso traía consigo un bonito aumento de salario, pero traía también un buen aumento de responsabilidades. Me encontré de repente trabajando algunos fines de semana más de lo normal, e incluso trayendo tareas a la casa porque el tiempo en la oficina simplemente no me alcanzaba. Inició entonces el tormento entre las dos actividades importantes y esenciales de ese momento: los estudios y el trabajo. Por supuesto que estaban también las presiones familiares aunadas a todo esto.
Un día, no pude más. Le pedí a mi esposa que me acompañara esa tarde a la escuela y me esperara en el vehículo mientras yo entregaba mi carta de retiro de los estudios. Mientras yo me alejaba en dirección a la oficina del Director, ella me observó y se dio cuenta que jamás me había visto caminar de esa manera, tan cabizbajo y derrotado.
Años después me arrepentí de mi decisión. Demasiado tarde.
¿Era esa la única opción que tenía? ¿Renunciar a mis estudios?
Por supuesto que no, pero sí era la más fácil.
Pude haber hecho un sinnúmero de cosas:
1. Reorganizar mi horario y revisar cuales actividades me estaban quitando más tiempo de lo necesario para así reducirlas.
2. Delegar más tareas en la oficina para poder liberarme un poco de la carga total.
3. Levantarme una hora más temprano o acostarme una hora más tarde para estudiar.
4. Pedir ayuda de algún profesional, un mentor, un consejero profesional o vocacional, etc.
En lugar de eso, opté por la salida más fácil: renunciar a los estudios, pues éstos interferían con mi diario accionar laboral, sin darme cuenta que esos mismos estudios me habrían ayudado muchísimo en mi futuro profesional inmediato. Aprendí de la manera equivocada, a través de los golpes y los fracasos. Ahora, cuando tengo alguna situación que me hace sentir con deseos de rendirme (y todavía vienen esos deseos de vez en cuando), evalúo bien la situación. No he vuelto a rendirme en los últimos veinte años.
No es lo mismo a decir “No he fracasado en los últimos veinte años.”
Incluso los más grandes personajes de la historia han fracasado más de alguna vez en sus vidas. Pero después de esos fracasos, se han levantado para luchar aún más fuerte. Esa es la diferencia entre el campeón y el montón. Todos caemos tarde o temprano, pero solo los campeones estarán de pie al final.
Este poema resume lo escrito en esta sección.
Ya sabes lo necesario
Nunca pienses que ya sabes todo lo necesario
Esto tiene mucho que ver con el orgullo y es muy común especialmente en profesionales que ya andan en la medianía de edad.
Nos cuesta admitir que no lo sabemos todo.
Un día Hadan asistió a una conferencia sobre el autoestima. Al salir, comentó con otro asistente que se había aburrido durante el evento porque no había visto nada nuevo. Todo lo que el conferencista mencionó, Hadán ya lo sabía. El otro individuo le contestó, “Pues yo ya he tomado este taller varias veces, pero lo sigo tomando porque cada vez aprendo algo nuevo”.
Cierto escritor dijo muy acertadamente que lo más importante en toda carrera es “lo básico”. Lo malo es que llegamos al punto en que creemos ya saberlo todo y olvidamos los detalles básicos que son los que nos ayudaron a llegar a donde estamos y son los que más nos pueden ayudar a seguir avanzando.
¿Has oído de Michael Jordán? Llegó a ser considerado el mejor basquetbolista del mundo. A pesar de eso, cada vez que el equipo se reunía para practicar, allí estaba él con ellos, practicando. ¿Practicando? ¿El mejor jugador de baloncesto del mundo? ¿Para qué tenía que practicar si ya era el mejor? Pues precisamente por eso era el mejor, porque a pesar de estar en la cima, no se dormía en sus laureles sino que continuaba practicando día tras día.
Así es la ruta al éxito. No podemos jamás confiarnos.
No podemos ni debemos jamás pensar que ya lo sabemos todo, que ya estamos en un nivel en el cual nadie podrá alcanzarnos. Todos los campeones nos han demostrado que lo más importante es siempre
“lo más básico”.
Recuerda: se puede aprender algo nuevo cada día, incluso de aquellas situaciones en las cuales ya nos hemos visto involucrados cientos de veces. Todo depende de que estemos dispuestos a admitir que no lo sabemos todo.
Un viaje de mil kilómetros
En mi juventud leí acerca de Roger, un participante en una carrera de veinte kilómetros. No era cualquier carrera. Los participantes tenían que sortear en canoa veinte kilómetros de un río. Roger cuenta que antes de empezar la carrera se puso a pensar en los veinte kilómetros que le faltaban. ¡Eran demasiados!
No se podía ver a sí mismo al final de la carrera. Veía frente a sí a
VEINTE MIL METROS que todavía tenía que recorrer. Se desconsoló al darse cuenta que simplemente era una distancia demasiado grande para él y su impaciencia. La carrera aún no había empezado y Roger ya la estaba perdiendo en su cabeza.
Entonces escuchó algo interesante.
Alguien dijo, “Un antiguo proverbio asiático dice que un viaje de mil millas empieza con el primer paso.”
EL PRIMER PASO
Es el más difícil de dar. Ya sea porque le tenemos miedo al fracaso, al éxito, al ridículo, al cansancio, a la posibilidad de que no tomaremos los siguientes pasos, el primer paso es siempre el más difícil de dar.
Y el más importante también.
· Jamás terminarás de escribir ese libro si no escribes la primera letra de la primera palabra de la primera línea del primer párrafo de la primera hoja.
· Nunca terminarás esa investigación si no consultas la primera obra de referencia o la primera página de Internet.
· No terminarás la carrera si no te inscribes primero en ella.
· No podrás triunfar jamás si no tomas el primer paso hacia el éxito, y probablemente el primer riesgo calculado de tu vida.
El hombre llegó a la luna. Eso parece ya aburrido de tanto repetirlo y además el hombre llegó ya a los demás planetas con sus naves exploradoras. Pero el punto es que cuando los primeros astronautas pisaron el suelo lunar, fueron tan solo los siguientes pasos de una larga cadena de eventos. El primer evento había sucedido casi cien años atrás cuando el hombre por fin aprendió a dominar la gravedad con sus máquinas voladoras. En realidad el hombre ya tenía siglos y siglos de estar pensando en surcar los cielos como las aves. Pero no fue sino hasta tiempos recientes que existieron el conocimiento y la tecnología necesaria para realizar al fin ese sueño. Y el sueño fue realizado cuando alguien tomó el primer paso: intentar volar. No lo logró al principio, pero continuó con los siguientes pasos: aprender de sus errores, enmendarlos y volver a intentar volar. Lo cual nos lleva a la siguiente sección: “El siguiente paso”.
El siguiente paso no existe
¿Cómo está eso?
Así es. El siguiente paso no existe.
Mencionábamos con anterioridad la historia verdadera de Roger, el competidor en una carrera de canoas. Cuando escuchó que un viaje de mil kilómetros empieza con el primer paso, se dio cuenta también que el primer paso es el paso actual, el que estamos tomando en este momento. El siguiente paso no existe. Así que Roger decidió que se concentraría únicamente en el PRIMER kilómetro. Eso mantendría su concentración durante unos cuantos minutos, lo cual era más que suficiente para él.
Cuando terminó el primer kilómetro y empezó a recorrer el segundo,
Roger decidió dirigir toda su concentración al kilómetro actual, el que estaba recorriendo en ese mismísimo instante. No existía ningún otro kilómetro. Simplemente no existían los demás. El único que importaba, el único que existía para Roger en ese momento, era el kilómetro que estaba recorriendo. Su concentración total fue para ese kilómetro.
Continuó así durante el recorrido, concentrándose en el kilómetro más importante, el actual. Cuando se dio cuenta, ya había recorrido los veinte kilómetros de la carrera y todavía le quedaban fuerzas, voluntad y concentración para veinte kilómetros más.
Esto no quiere decir que no planifiques. Quiere decir que toda tu energía debe ser concentrada en el paso de este instante. Así que no te preocupes de todos los pasos que tienes que tomar para alcanzar tu objetivo. No existen todos esos pasos. Concéntrate en el único paso que importa, el actual, y tómalo, ejecútalo.
Cuida los detalles
¿Recuerdas estas bromas que te hacían cuando niño?
1. “Hay un tren eléctrico que viaja de norte a sur a cien kilómetros por hora, mientras que el viento viaja de este a oeste a cien kilómetros por hora. ¿En qué dirección se va el humo del tren?”
2. “Tú eres el conductor de un tren que sale de la ciudad con cien pasajeros y tiene que pasar a cuatro estaciones. En la primera se bajan diez pasajeros y se suben veinte. En la segunda se bajan veinte y se suben quince. En la tercera se bajan treinta y se suben diez. En la cuarta se bajan todos los que estaban.
Ahora responde rápidamente, ¿Cómo se llama el conductor del tren?”
Respuestas:
1. El tren eléctrico no expide humo.
2. Tienes que responder con tu propio nombre. Escuchaste “Tú eres el conductor de un tren que sale...”
En ambas ocasiones, la respuesta lógica no se nos venía a la mente tan rápidamente porque nos descuidábamos de los detalles realmente importantes. En la primera, parecía que teníamos que calcular velocidades de viento versus tren. En la segunda parecía un concurso de matemática mental. Así es la carrera hacia el éxito. Nos preocupamos de detalles que no son tan importantes y obviamos los que sí lo son.
Por ejemplo, si lo que deseas es tomar un curso para aprender a bailar, lo primero es conseguir un buen instructor, ¿cierto? No necesariamente. Si ya pasas de cierta edad como yo, lo primero será revisar tu condición física. Puede que primero tengamos que poner nuestro cuerpo en forma para poder realizar los ejercicios que el bailar conlleva.
Por lo tanto, cuida los detalles. Analiza cuidadosamente, pero tampoco te detengas a pensar en el Cañón del Colorado si lo que deseas es atravesar un pequeño arroyo. Recuerda, concéntrate en el primer detalle importante del primer paso. Luego concéntrate en el siguiente, y así consecutivamente.
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