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“Hay quienes son más inteligentes que yo”

En muchas ocasiones he pedido a mis amigos y extraños que piensen en la persona más inteligente que conozcan y que escriban su nombre en un papel. De todas esas personas, menos del diez por ciento escriben su propio nombre. Según mis estadísticas, menos del 40% de las personas se consideran “muy inteligentes”, y creen que hay muchos que son más inteligentes que ellos. En países en vías de desarrollo, el porcentaje es mucho más bajo aun.

Este pensamiento equivocado, de que hay muchos que son más inteligentes que otros, tiene varias razones de existir.

1. Nos lo dicen. Escuchamos que elogian a otras personas y su inteligencia. “Qué inteligente es el hijo de la fulana”, “Ese chico sí que es inteligente”, “Como para que no se graduara bien si es tan nerda”, etc.

2. Nos lo transmiten. Vemos en las películas que contienen algunos personajes “normales”, otros muy inteligentes y aún otros medio bestias.

3. Nos lo comprueban. Existen pruebas de inteligencia que determinan el CI (Cociente de Inteligencia) del individuo.
Dependiendo de la prueba utilizada, un individuo normal obtendrá cierto punteo, mientras que los punteos altos están reservados a individuos con una inteligencia superior.

4. Nos lo recuerdan. Incluso en la escuela es común escuchar a catedráticos que hablan de lo muy inteligente que es tal o cual alumno.

Lo que no nos dicen, es que todos somos realmente inteligentes. Todos, excepto los idiotas y los imbéciles, término que se utilizan bajo ciertas condiciones para referirse a las personas cuyo cerebro está dañado y que no llegan a un nivel de inteligencia más allá de la de un niño. Hay una simple prueba que determinará si tu cerebro es tan potente como cualquiera. Por muy ridículas que parezcan, por favor contesta las siguientes preguntas.

1. ¿Sabes amarrarte los zapatos?

2. ¿Sabes leer y escribir?

3. Si te pidiera que encontraras una dirección real aquí mismo en la ciudad donde vives, aunque nunca hayas visitado dicha dirección, ¿Podrías hacerlo? ¿Serías capaz de buscar y encontrar tal dirección?

Si contestaste sí, a por lo menos dos de las preguntas,
¡FELICITACIONES! Eres una persona inteligente y con un cerebro súper potente.

Pero antes de convencerte de ello, es necesario que sepas algunos
“secretos”:

1. Las pruebas normales de inteligencia solamente se dirigen a cierto tipo de razonamiento. Pero está comprobado que existen otras clases de inteligencia que no son medidas en estas pruebas. Por ejemplo, el sentido de orientación, de equilibrio, de balance emocional y otros. Puede que no tengas un punteo alto en un área, pero sí en otras. Hablaremos más de las diferentes inteligencias del individuo en un módulo posterior.

2. Los idiotas tienen una inteligencia comparable a un niño de tres años más o menos. Los imbéciles, a un niño de siete años a lo sumo. “Idiota” e “imbécil” no son insultos, sino términos que denominan ciertos grados de subdesarrollo mental, casi siempre congénito y a veces hereditario, que causa que estas personas, aun siendo ya adultas físicamente, jamás lleguen a desenvolverse normalmente como otros de su edad. Ellos rara vez aprenden a leer o escribir. A veces no pueden ni siquiera amarrarse los zapatos, y definitivamente no podrían buscar una dirección por sí solos. Ellos sí tienen un problema serio de inteligencia, pero no es emocional sino físico, pues, en la mayoría de casos, su cerebro no se desarrolló totalmente ni de manera eficiente. Si tú estás leyendo y entendiendo esto, lo más probable es que tu cerebro está totalmente desarrollado y por lo tanto es capaz de millones de cosas que jamás imaginaste.
(Es importante aclarar que los términos “idiota” e “imbécil” en su significado real ya han caído en desuso, probablemente porque en muchos lugares son utilizados como insultos.)

La diferencia estriba entonces no en qué tan inteligentes somos, sino en cómo usamos esa inteligencia.

Y he ahí el problema.

La cultura de muchas regiones en general no apunta hacia la superación del individuo. En cambio, contiene elementos que ayudan a su auto-destrucción.

1. En la mayoría de pequeños pueblos de los países más pobres del mundo es más fácil encontrar una sala de cine, un bar o un prostíbulo que una escuela o una biblioteca. Por consiguiente, es más fácil que un niño o un joven encuentre oportunidad de entretenimiento que de educación.

2. Asimismo, abundan más los parques de diversiones y las salas de juegos electrónicos que las universidades.
Nada hay de malo en dichos lugares, excepto cuando nos damos cuenta que en algunos países los jóvenes que más frecuentan los mismos, son aquellos que carecen más de educación y que por lo mismo son catalogados como “personas de escasos recursos y escasas oportunidades de avanzar”.

3. En muchas áreas existe la “Ley del Menor Esfuerzo”. O sea, entre menos tengamos que hacer para lograr algo, mejor. Esto se puede ver en las costumbres tan propagadas entre estudiantes de todas las edades. Por ejemplo, es común que un alumno haga un trabajo o tarea y luego permita que otro simplemente lo copie. Al entregarlo al catedrático, ambos obtienen puntos pero solamente uno hizo la labor necesaria. En los exámenes es también usual que un estudiante se limite a copiar lo que otro contesta. De esta manera, el estudiante puede incluso lograr un buen punteo en el examen y aparentar que algo aprendió, cuando la realidad es que tan solo usó el esfuerzo del otro. Se engañó a sí mismo, pues en lugar de ganarse el punteo con el sudor de la frente, lo hizo con el sudor del de enfrente.

4. Similar a lo anterior, nos gusta hacer trampa. Sucede en todos los niveles, en todos los estratos sociales, en todas las situaciones imaginables. Un estudiante no llega a la Universidad ese día, pero le pide a otro que firme la hoja de asistencia por él. Un vendedor ofrece un producto a menor precio pero no da factura por la venta o da una factura por un valor menor a lo que realmente cobró. Un piloto de autobús cobra un pasaje y no entrega el boleto para poder quedarse con el dinero. Un programador cobra por hacer un sistema y lo único que hace es copiar el sistema de otro, hacerle algunos cambios cosméticos y luego cobrar como que si fuese su programa original. Un ciudadano común pide prestado un CD de música o computación para poder copiarlo en lugar de comprar el CD original,
etc. y etc. y etc.

5. Nos gusta todo lo más fácil posible. Es algo similar a la Ley del Menor Esfuerzo, pero en este caso nos referimos al hecho de que buscamos excusas para no hacer las cosas: es muy difícil, está muy lejos, a saber si va a funcionar, no creo que se pueda, etc.

Es triste pero cierto: nos engañamos a nosotros mismos. Es posible que al ejecutar trampas como las descritas en el párrafo, Ley del Menor
Esfuerzo, logremos derrotar al sistema. Pero en realidad estamos afectándonos a nosotros mismos, pues estamos desperdiciando conocimientos y destrezas que tarde o temprano necesitaremos pero que no tendremos a la hora de la hora. Es como construir un edificio utilizando solamente el 60% de los materiales necesarios. Tarde o temprano colapsará como ha sucedido en varios países donde grandes edificaciones han caído y ha sido comprobado después de que habían sido construidas con materiales deficientes.

Recuerda, cada acción que ejecutes en tu vida es como un ladrillo que será añadido a la construcción final de tu éxito... o tu fracaso. Por lo mismo, si utilizas tu esfuerzo más para el entretenimiento, y menos para tu crecimiento físico, espiritual, emocional e intelectual, ¿Cuál crees que será el resultado a largo plazo?

Texto agregado el 24-09-2004, y leído por 204 visitantes. (0 votos)


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