Siempre me habían dicho:
si todo está en su sitio
nada se pierde.
Máxima como mínimo
un poco cartesiana,
correcta por norma,
dudosa en la práctica .
Así lo entendía yo.

Pero hoy en correcta
y adecuada politica al uso
se cede el turno de palabra
para dejar hablar a aquel
que proverbialmente desplazado,
silenciado y servil
otorgaba sin sentir
y disentia sin decirlo.

Pero esa alterada jerarquía
amañada, reduccionista,
complaciente y selectiva
que disiente de si mismo
en pro de una ya no tan noble causa
otorga licencias y abrazos
no me engaña ni me seduce.

Nunca se entrega la voz
a cambio de nada.
Nunca se invierte el discurso
sin esconder una carta bajo la manga
e invierte su silencio
en solidaria proclama.

Nunca lo asociativo
se asoció tanto a la disociación.
Tiempo de colectivos
que, en una desestimada segregación
en la que poco importa el fin
si están justificados los medios.

Pero delante de tan noble causa
cuando el orden de los factores
altera lo preestablecido
y vela su discurso
ante mesianica revelación.
Quién , en su insensatez,
se quemaría las manos?

Cuando la nueva voz protagonista
ya no atiende a viles alteridades
y enmudece replicas,
ecos y obligadas disonancias
de aquel que hasta hace poco
era su hermano de fe,
camarada.
Quién no optaría célere
por la reconversión?

Cuando el espejo
solo tiene una cara.
Cuando desanimados
hemos de buscar soluciones alternativas
en el oblicuo reflejo,
roguemos por que piadoso
surja un aleph caritativo
que nos muestre la luz
y nos redima de esta ahora verdad única,
tal vez sea llegada la hora
de desconfiar de esa
nuestra confianza
y en clandestina creatividad
forjemos nuestra propia verdad,
reflejo de antiguas creencias
que si un día fueron buenas,
quizas puedan volver a serlo.
Así lo entiendo yo:
la política tiene muchas caras,
pero un solo rostro.