La gente aplaude y ella exhibe esa sonrisa encantadora que siempre lleva pintada en su rostro. Sentado en la última fila, la contemplo fascinado. Es maravillosa.
Él también sonríe, aunque un rictus extraño en su expresión evidencia cierto malestar. Tal vez se siente disminuido ante la admiración que despierta su compañera. No sé si es idea mía, pero cuando la función termina, me parece ver un profundo odio en su mirada. A pesar de todo, la toma entre sus brazos; luego baja con ella por la escalinata.
Voy tras ellos, y sorteando obstáculos consigo llegar al camerino.
Deseo obtener un autógrafo; me acerco sin saber que seré testigo de la discusión.
-¡Estoy harto!-dice él.
Ella le grita: -¡Fracasado!
-Eres igual que las otras. Esto ya no puede continuar.
-¡Siempre digo lo que tú deseas! ¡Y encima debo soportar tus reproches! ¡Te odio!
El hombre toma un cuchillo y la amenaza.
Entonces decido intervenir. Luchamos. Finalmente consigo quitarle el cuchillo y salvo a la muñeca del ventrílocuo malvado.
Texto agregado el 27-06-2018, y leído por 248
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