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En la pequeña morada de nuestra verdad existe la mentira más grande hecha realidad. Convivíamos con ella como con cualquier otra verdad que se decía, pero fue, es y seguirá siendo tan falsa como el vuelo del pingüino cuando va a cazar.
Un día alguien comenzó a dudar y la morada comenzó a deteriorarse de tal forma que sus cimientos se transformaron en simples hojas de papel mojado. Todo se disolvía al tacto. Así comenzó la pequeña morada de nuestra verdad a perder fuerza. Tanto en construcción como en relaciones de creencias. Pasó el tiempo y otro día alguien dudó más y sus murallas se vinieron abajo. Un verdadero desastre natural y arquitectónico para aquel momento de la humanidad.
La pequeña morada de nuestra verdad estaba tan débil y tan frágil que tuvimos que dejar una verdad de las más grandes afuera y convertirlo en mentira para pasar la puerta cuando levantamos las ruinas para poder volver a vivir en ella.
Todos creen en sí mismos y nadie cuestiona a nadie desde ese entonces. Cualquier cosa que se diga o haga debe ser una verdad sin duda y absoluta. Y así fue la enseñanza para todas las demás generaciones futuras. Ahora los pilares son fuertes. Las ventanas soportan la lluvia y el viento del invierno y hasta el techo proporciona más sombra durante los días de sol del verano.
La pequeña morada de nuestra verdad ahora parece tener más espacio aunque no se necesite más. Siempre el baño está desocupado, siempre hay alimento, nunca el olor se impregna en las mejoradas murallas, nunca se ha necesitado algo más de lo que la morada proporciona a los que alberga. Aprendimos a convencernos de eso. A vivir con esmero y humildad sin ostentar la vida privilegiada que tenemos, ya que tener un techo y alimento es una belleza a veces necesaria de aclamar.
Pero en esta diminuta casa no existe el sentimiento. Esa es una de las verdades de las que nos convencieron. No existe la palabra amor como tal, no existe cosa que lo represente ni hecho concreto que nos haga creer de verdad en él como algo ejemplar. En este pequeño hogar distópico nadie realmente entiende a nadie, todos conviven, pero ninguno comparte y esto es porque la única verdad que cabe en las nuevas y bonitas paredes, es que nunca nadie dice la verdad.
La pequeña morada de nuestra verdad es un ejemplo claro del descaro de vivir sin miedo a nada. A confiar ciegamente y caminar sin perder el alma. Los visitantes pueden quedarse cuando quieran y cuanto quieran. Pero independiente del espacio que tenga, el amor es la única mentira que inventamos y para todos es la verdad que sostiene y sustenta todo lo que usamos en la vivienda.
La pequeña morada de nuestra verdad nunca había estado tan fuerte y estable. Y lo puedo decir yo, quien ha vivido ahí pero que se retiró hace mucho tiempo, que nunca ha podido volver a entrar, que nunca en realidad les quiso entregar después de la primera destrucción ese amor que quisieron inventar, y esa, desde esta morada, es nuestra otra verdad. |
Texto agregado el 27-06-2018, y leído por 44
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Lectores Opinan |
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27-06-2018 |
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La verdad es que voy a tener que releerlo para entenderlo mejor, saludos. ome |
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