Hablábamos en clase de la dificultad de poner nombre a los centros de enseñanza. La filiación política de una época del escritor Torrente Ballester hacía cuestionable para algunos que se hubiera elegido su nombre para nominar nuestro instituto.
- Pues dice mi padre que es un escritor fantástico- dijo Bedilu.
- Lo es - asentí yo, pero su pasado falangista no le hace simpático a sus detractores.
El neoliberalismo de Vargas Llosa tampoco le hace bien al escritor.
- Pues a mí no me parece bien que un sector del profesorado quiera cambiar el nombre de Torrente, un escritor de primer orden, por el de María Victoria Moreno, una segundona en literatura cuyo único mérito es haber escrito en gallego no siendo gallega- volvió a intervenir el locuaz Bedilu.
- Esto de poner nombre a los centros siempre ocasiona polémicas, de ahí que algunos prefieran los topónimos alusivos al lugar o la numeración: Illa de Tambo, ies número 1...- añadí yo.
Juanfrán , el delegado, callado hasta el momento, interviene y dice:
- Profe, ¿ sabes qué? . Este centro debería llevar tu nombre.
- ¿ Qué meritos tengo yo para tal distinción?- le pregunté yo entre risas por la ocurrencia.
- Ser una muy buena profesora- contestó todo serio.
Nunca oiré un piropo más bonito.