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Palabras de amor, la mirada del asesino extraviada en su propia perversión, la licenciosa caricia que proporciona la lívido en la carne virgen del deseo irreverente, el susurro agitado y húmedo del anciano con olor a sudor y a tabaco, la camisa desabrochada, el ventilador de techo girando a su mínima capacidad, la persiana haciendo las veces de barricada entre el sol y la habitación, el humo.

Palabras de amor, y un incesante y vertiginoso viaje al intestino de la ciudad, que de tanto en tanto grita tu nombre.

Dejo caer a la noche sobre mis hombros cual mochila de clavos envenenados, y cae con todo su peso, y aquí está, dictando soledades, mi amiga, mi Verduga, enlazando sortilegios, postrada ante sus pesares, hablándome al oído, La Noche.

Creo conocerte, te he transitado durante años, hemos compartido más que dolores, juntos, hemos atravesado más de un desierto, más de un recuerdo, más de un olvido. Creo reconocerte aún entre tus tinieblas. Te presentas ante mí, como la soberana blasfemia del beso mal curado, como un continente de estrellas que guían mis naufragios, como el guardián de mis desvelos, como el gran hechizo que recrea bellezas ausentes y pone en evidencia mis mas absolutas carencias, como el oscuro manto de silencios tendido sobre la estepa desértica de mi alma.

Y me gritas de nuevo, y el viento que te acompaña seduce, endulza, excita los sentidos con nuevas e insolentes palabras de amor.
Dictando poemas tales como:

Si tu dolorosa belleza aún permanece al margen del ciego resumen impuro, de un alma en pedazos que muere de a poco en los arrabales de un tierno capullo, si el cielo pretende cubrirnos a ambos, derribando muros de inciertos temores que tendimos juntos, si el tiempo nos sufre tal como nosotros nos sufrimos lejos, serás del crepúsculo casi una amenaza, serás del misterio un secreto puro, y de la mañana solo un despertar, como la ternura de los brotes tiernos, como el aguacero, dando vida y siendo obra del negro mirar.
O llegando la mañana, cuando asoma apenas el sol sobre el infinito:

Nuevamente el cielo se pinta y promete, de nuevo soy presa del alba que asecha, el sol no detiene su marcha siniestra, se escapó la noche, se escapó con ella.

Sos la noche, te conozco, te vivo, te muero, soy como vos, también me oculto entre mis propias tinieblas, también tengo miedo.
Hoy no dictas nada, estás muda e indefensa, te haz quedado dormida en mis regazos, como una niña cansada de ser tal. Te haz revelado y te he visto, haz leído cada una de mis historias, me dejaste solo palabras de amor, tatuadas en el alma con el fuego de tu fugacidad. Sos, aún, la testigo de mis ceniceros llenos y desesperados, de mis gritos primitivos de hombre solo, de mis nuevas desilusiones.

Vivimos un respeto mutuo, nos conocemos, nos seducimos.
Y ahora dictas:

El témpano de una ausencia naufraga en un mar abierto
Las campanas de la noche no cantan entre mis brazos
Dejó de caber la luna en tus manos de desierto
Se esfumaron tus pisadas dejando atrás a mis pasos.

También estás sola, y te acompaño en esa soledad con la mía.
Lo increíble es que no hablas nunca, solo escuchas, y sentís, y observas, como la amante dulce que solo acaricia su piel contra la mía y la estremece.

Vuelve ahora el día nuevo, solo para engañarse a si mismo. El día oculta mas cosas que la noche, el día se esconde tras su aparente luz, con sus aparentes colores, con sus aparentes verdades. El día parece tan claro que no precisa ponerse en evidencia, la noche por si misma es oscura, por lo que se revela a gritos a quienes queremos oírla.

La noche de miel y llanto, sin prisas, sin obstinaciones, sin voluntad, me abraza con su oscuro manto. Y me siento parte de ella, tan evidente, y a la vez tan introvertido.

La noche no se le revela sino al sonámbulo, sino al insomne desvelado, la noche tiene el encanto de las mujeres calladas y apartadas del ruido, la noche nos llama.

Ella me entiende cuando ni yo me entiendo, sabe escuchar, y a veces, sabe decir. Solo hay que detenerse por un segundo y ella nos dicta poemas que jamás escribiremos, pero en los que se revela.

La noche ha dado tu cuerpo, la noche me lo ha quitado, la noche me abandona entre sábanas olvidadas, la noche me recupera entre sus cavernosas manos.

Soy como la noche, sos como el día.

Esos rincones de mi alma, donde había silencio y soledad, fueron llenos de canciones y compañía desde el maravilloso milagro de tu irrupción entre sus muros.

Pero la noche se vuelve tortuosa a veces, en una ausencia, en un desconsuelo, en un nombre, se puede hallar el arma de la tortura.

Texto agregado el 25-06-2018, y leído por 37 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
26-06-2018 Hermoso soliloquio. Tienes unas metáforas e imágenes muy atractivas. Un gusto leerte. Un abrazo, sheisan
25-06-2018 Me gusta como escribís y realmente me alegro de haberte leído, cuando uno lee a alguien que escribe como vos, tiene el día ganado y la noche, por supuesto. Saludines. Magda gmmagdalena
 
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