Ese rincón del patio estaba lleno de viejas partes de automóviles desarmados. Parecía un taller, tenía una mesa alta y grande llena de tornillos,tuercas, piezas pequeñas de cualquier parte eléctrica de un automóvil. Había también herramientas, pero en realidad era solo el lugar donde su padre arrimaba sus cosas. Los fierros.
El límite era un muro de ladrillos que colindaba con un terreno baldío. Ahí un grupo de niños hacía volar cometas, asaltaban construcciones de nuevas casas, en las que libraban guerras vespertinas.
Cuando el tiempo de junio empezaba, el viento hacía brillar más el patio, el aire era trasparente y arrastraba por todo el barrio el olor del pan que reventaba en color en los hornos de leña.
Cuando el tiempo de sol, ese rincón de fierros viejos era la trinchera de los sueños, ahí cada sombra, cada luz, cada aroma, conjugaba un tiempo único.
Era junio, entonces el mundo se extendía en el horizonte, atrás del muro golpeado por el sol.