El mes de mayo del sesenta y ocho trae a mi memoria inolvidables sucesos,
los cincuenta años de casados de los abuelos,
la eminente fiesta que se estaba gestando,
las tarjetas de invitación ya habían sido mandadas por correo,
ellos renovarían sus votos matrimoniales.
Un mes antes la casa fue pintada completa mientras se construía un galpón,
el cobijaría la familia que se reuniría para festejar el emocionante enlace,
en una iglesia completamente colmada de parientes muchos de ellos desconocidos,
la pareja camino lentamente del brazo hasta el altar escoltados por sus cinco hijos,
las lagrimas de mi abuela rodaban por sus mejillas,
no se si su emoción era por la falta de sus dos hijos que ya no estaban,
tal vez el hecho de volver a casarse después de tantos años de convivencia,
se cual fuera el motivo a más de uno se nos mojaron las pestañas,
la iglesia estaba adornada de rosas blanca de tallo largo,
el perfume sumado a la tenue luz hacia el momento intimo sublime.
El sacerdote hizo las preguntas de rigor,
ellos contestaron con voz quebrada de tanta emoción,
los pequeños novios fueron rodeados por el abrazo de sus hijos,
el apretón de manos del sacerdote demostró su conmoción,
quinientos familiares querían saludarlos con afecto,
pero la noche sería larga y todos tendrían su oportunidad,
Parten en el auto saludando.
Brillan sus pupilas.
Dibujan sonrisas con afecto abarrotados de sensaciones de emoción.
CAL.COR |