Esto sucedió un día en junio, era una noche bastante tranquila, hasta que se siente un estridente balazo, quedándose toda la ciudad en silencio, todos corrieron a ver qué había pasado, algunas mujeres y hombres gritaban al ver el cuerpo ensangrentado y otros meneaban la cabeza mirando al suelo.

Mientras ocurría esta conmoción, el hombre de la nada, se puso de pie, y dice:

Sangro y dibujo sus cascadas en este poema desde lo alto
Sangro porque tengo un planeta sangrando entre mis manos
Sangro el cielo pues ya no soporta más vueltas sin sentido
Sangre sangro
Sangro sangre que no necesito
Sangre que me molesta
Sangre que deseo olvidar
Sangre que compartí
Sangro mientras pueda
Sangro porque es divertido ver a los cerdos comerse la estela de mi viaje

Sangro porque no tengo otra cosa
Necesito vida pero no tengo muerte
Sangro porque todo es un chiste
Sangro porque tengo sed
Sangro porque tomé una cruz vacante
Sangro porque deseo terminar el calvario de este poema

Sangro imposibilitando engendrar hijos
Sangro porque deseo llamar la atención
Con sangre, sangrar sangre, porque llorar a gritos ya no sirve.

Después de estas palabras, y sin que nadie lo viera, se sacudió lo poco que le quedaba de esta vida mundana y comenzó a caminar satisfecho, desapareciendo en la oscuridad de la noche.