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Cae la lluvia dulce y amarga
vital y doliente
mientras escucho como la voz de las canciones
huyen por la ventana.
Nada disimula el silencio
que agudiza el sin sentido de los abandonos
mientras rayo la pared con frases
que engrillan cada instante
convirtiendo este cuarto en una carcel
Nada muere con el tiempo
mientras la distancia parpadea furiosa los paisajes de las promesas
para arrojarlos uno a uno al balcón de la memoria
Nada detiene al río desolador
que va mudando mis orillas
dejando esparcidos una hilera de huesos desnudos
que mendigan el sudor que retiene las ansias.
Nada mueve los gestos inexplicables
mientras la insistencia de los intentos me rompen la cabeza
a tal punto que la ceguera que comienza
atormenta los cuatro rincones de la mirada
Precario se torna el trazo de los dibujos
que buscan afanosamente sus contornos
para dar con las cuerdas
que aferren al suelo las alas del destierro.
El viaje es siempre sin retorno
es un enigma que grita su propia búsqueda
que se desangra a partir de los indicios
que gota a gota niegan todo entendimiento
rebalsando su propio oceano
que levanta la humedad de los olvidos
para agolparse en los cristales desnudos.
No hubo amantes para borrar el rayado de los suicidios
que me visitan tras las fiestas de los espejos,
que no se borran con el ruido de la lluvia
que cae sobre la calle
mientras escudriñan el desierto de mis veredas.
Y aunque el paisaje con su sinuosidad de horizontes
promete como las olas estallar en deseos
nada hará volver el parpadeo de la vida.
A veces quisiera ser como la arena
incapaz de conservar una huella sobre sus palmas,
que no se afana jamás en retener las formas
mientras la brizna de lo poco florecido
rapta el insistente eco
que se afana en dar con los nombres
que ya no existen.
La ciudad comienza a despertar sus luces
mientras mitiga la oscuridad de los abismos
que se hunden en la perspectiva del vacío,
quizás para no dar con los tristes desamparos
que brisa tras brisa humedecen las ruinas.
Sigo dibujando tras una música desolada,
y en estas horas ya hace frío,
mis huesos se niegan a articular las sombras
mientras sin réplica todo se aleja
y los temblores se mitigan a la distancia.
La palabra ya no inaugura el horizonte de los desvelos
y los cuerpos vedan las tablas de la salvación
El naufragio se hace latente
sin ese alguien
que masticaba la sequedad solitaria de mis días,
para tapizar de gestos las líneas de mis manos
que dibujaban sus flores perennes
sobre el jardín de mis cicatrices.
Los pasos del ciego tantean la feble línea de las calles,
mientras sus pupilas aún me acompañan
como faro en la oscuridad
la lluvia cae y aún es febrero
y el ojo amarillo que nace
borbotea su ausencia
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Texto agregado el 23-06-2018, y leído por 93
visitantes. (3 votos)
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Lectores Opinan |
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04-07-2018 |
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buen poema... abrazo sendero |
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24-06-2018 |
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Eres genial, compañero. Me agradó leerte. Y leer tu "Princesa", más.+++++ crazymouse |
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23-06-2018 |
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Qué belleza! eme estremecieron tus letras - Felicitaciones Poeta. Magda gmmagdalena |
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23-06-2018 |
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Hermoso poema.
Muy profundo.
Cito esto:
//A veces quisiera ser como la arena
incapaz de conservar una huella sobre sus palmas,
que no se afana jamás en retener las formas
mientras la brizna de lo poco florecido rapta el eco
que intenta encontrar los nombres que ya no existen//
Un abrazo
Victoria 6236013 |
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