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Inspirado por la música de los “Shocking blue”, quienes me hicieron recordar la vida de un incansable trabajador del tren, orgulloso de formar parte de Ferrocarriles Nacionales de México, el señor Ángel Filisola, mi tío. A continuación una día con un ferrocarrilero.

Puebla de los Ángeles, México. Hace algunos ayeres.
El día para mi tío conductor del tren de carga Puebla-Cuautla, iniciaba desde las 4 de la mañana, hora en que pasaba una persona del ferrocarril a despertarlo para su salida dos horas + tarde. Salimos de su casa ubicada en la 9 norte, aun con el cobijo de la noche, sólo se escuchaba el aullar de un perro solitario, y el motor de un auto que circulaba a gran velocidad. Al llegar a la estación una amable persona le dice:
- Buenos días don Ángel, aquí tiene su bitácora de hoy.
- Gracias, don Ruperto, ¿Cómo sigue su mujer?
- Bien don Ángel, gracias, va mejorando.
- Qué bien me la saluda, recuerde no dejarle de dar su thé de yerbabuena.
Con paso firme inicia su recorrido habitual con el personal ubicado ya en la cabina de la poderosa locomotora 5632, el maquinista y su joven ayudante.
- Buenos días muchachos, tendremos un día ligero hasta Izúcar de Matamoros, según el reporte, engancharemos allí doce góndolas de piedra caliza, por lo que después será pesada la subida, pues no contaremos con la otra locomotora, me la reportaron descompuesta.
- No se preocupe Don Ángel, no la forzaré, iré a paso de tortuga.
- Cuídamela yo la trataba mejor que a mi vieja.
- También yo la consiento, contesta el maquinista.
- A mi señal arrancamos, le dice al robusto Pedro el maquinista.
- Si Don Ángel, a la orden.
El esfuerzo de un maquinista es muy grande, debe de mantenerse de pie hora tras hora, al acecho de cualquier animal en medio de los rieles, cualquier piedra atravesada para evitar los descarrilamientos, me señala mi tío.
Caminamos hacia las góndolas y en trayecto va revisando detenidamente las válvulas y mangueras de enganche, más adelante nos topamos con sus dos garroteros.
- No se preocupe Don Ángel, ya las revisamos, todo en orden.
- Hoy llevamos al “pagador” de ruta, ¿ya engancharon su vagón?
- Si ya lo hicimos, le llevamos un cafecito y nos adelantó nuestro pago.
- “Músico pagado toca mal son”, les dicen mi tío.
- Jajajajaja…Don Ángel usted siempre tan bromista.
- ¡Ah!, les presento a mi sobrino, él nos acompañará hasta Cuautla.
- Tanto gusto – les digo.
- Pascual, para servirte muchacho. Mi dijo el más platicador de los garroteros.
Llegamos al Cabus amarillo, mi tío activó el silbato intensamente, era la señal al maquinista avisando que procediera a la inminente salida. El Cabus era parecido a una pequeña casa, en su interior había una oficina, cocina, literas, baño, dos cómodos lugares en la parte superior, con dos vistas panorámicas impresionantes.
Recuerdo que la primera parada fue en la pintoresca Cholula –se dice que hay 365 iglesias -, mi tío me da una descripción histórica del lugar, después pasamos Atlixco, para llegar más tarde a Izúcar en donde con la ayuda de los garroteros se engancharon las doce góndolas, con la evidente satisfacción del administrador de la empresa, quien trató de convencer a mi tío para que se engancharan otras cuatro, a lo que mi tío le dijo que eso no era posible, pues venía una larga pendiente y la maquina no tendría la suficiente fuerza para subir. A partir de este lugar el avance del tren de carga fue muy lento, me invito a subir a la parte superior del cabus en donde estratégicamente tenía colocada una silla de madera para admirar todo el paisaje y por supuesto, el inmenso valle volcánico del Popocatépetl. Con la emoción reflejada en el rostro añadió: esto es lo más hermoso de este trayecto, es el mismo México que pintó hace muchos años el destacado pintor Mexicano conocido como doctor Atl. Después de una extensa plática llena de anécdotas, experiencias y vivencia en el tren, subió Pascual “que no tienen hambre”, ya está la comida.
Al bajar la pequeña cocina tenía un grato olor a leña, a guisado, a penetrante chile serrano molido en molcajete con cebolla y tomate verde, también tenía en la mesa pápalo –una hierba comestible con un olor característico que sólo se da en esta región-. La delicia de la comida fue toda una exquisitez digna de la mejor cocina mexicana.
Era de madrugada cuando la cansada máquina de vapor entraba a los patios de estación de Cuautla, Morelos. La tierra del ilustre revolucionario Emiliano Zapata. Pero eso será ya otra historia. Días después y a sugerencia de mi tío, quien me había recomendado buscar la poesía de Marta Ofelia Manna Tren de Pueblo, es la que reproduzco a continuación:
Tren De Pueblo
Ya no atraviesa los campos
tampoco se oye el fragor
de esa mole impresionante
movida por el vapor,
sólo queda en la memoria
el silbato de los trenes
vacío de pasajeros
silenciosos los andenes.


Texto agregado el 22-06-2018, y leído por 115 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
22-06-2018 Me super, super, super encantó. Mi abuelo me contaba de sus viajes en el ferrocarril. Me has regalado un momento hermoso. Gracias. -ZEPOL
 
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