Hace muchos años atrás, conocí a un asiduo coleccionista de libros y cómics que me contó una extraordinaria historia que según sus propias palabras, de verdad experimentó y es la causa principal de haber quedado completamente ciego.
Cierto día se dirigía al trabajo, cuando por casualidad pasó por una no muy concurrida calle, allí laboraba un comerciante ambulante cuyo principal producto consistía en bebidas gaseosas; dichos artículos eran ofrecidos a los conductores de los vehículos que pasaban por el desolado lugar.
El veterano vendedor itinerante era un hombre de avanzada edad, de mediana estatura, y con un cuerpo delgado y tatuado, vestía una lanuda bufanda con la cual se protegía del reinante frío invernal. Muy cerca de este particular personaje habían varios periódicos envejecidos por el paso de los años, ellos colgaban de un artesanal y endeble estante confeccionado con una malla de protectores plásticos contra la lluvia.
Entre la cacofonía de amarillentos papeles, había una revista con un reconocido rostro en la portada que llamó poderosamente la atención del coleccionista de cómics. Al acercarse pudo ver "El hombre que ríe" cómic book editado hace tres décadas atrás, es una historia basada en la película del mismo nombre, cuya caracterización del protagonista, el actor Conrad Veidt, inspiraría a Bob Kane y a Bill Finger para crear el famoso personaje "The Joker".
Esta historia está considerada como una de las mejores novelas gráficas del último tiempo y encontrar las ediciones originales es casi imposible. ¡Pero allí estaba, solo unos metros frente a él! quizás algo descolorida; también se notaba muy mal cuidada y sometida a los constantes cambios climáticos desde hace varios años; pero no importaba, pues a primera vista se veía en buenas condiciones, por lo cual sin pensarlo dos veces decidió adquirirla.
_ Buen día señor; voy a llevar esta revista_ Dijo con una sonrisa celebrando el inesperado descubrimiento.
El viejo vendedor tatuado lo miró interrogante y acercándose lentamente recibió el dinero sin chistar.
_ ¡Espere señor!.. ¿Por casualidad no tiene otro ejemplar?_ Intervino mi amigo al darse cuenta que a pesar de estar en su empaque original el cómic tenía la contra portada rota. Si el daño hubiese sido mínimo no importaría, pero el ejemplar presentaba un rasgadura de casi veinte centímetros.
_ ¡No está rota, se encuentra en perfecta condiciones!_ Respondió el viejo con una voz cavernosa cargada de molestia. Pareciese que sabía de la mala condición pues mencionó lo de la rotura sin que mi amigo dijese nada.
_ Señor tiene una fisura de dimensiones importantes. Lo siento voy a tener que desistir de la compra.
_ ¡Te digo que no está malograda!_ Dijo el comerciante perdiendo el control, y en un arrebato de locura, comenzó a desgarrar el empaque nuevo.
_ ¡No señor, por favor no la abra!_ Yo sé bien que los coleccionistas de cómics los prefieren con el embalaje original, y una vez abierto la historieta pierde valor.
_ ¡Te digo huevón que no tiene fallas!_ El viejo no se molestó en ocultar su malestar, y con un movimiento casi infantil cubrió con una de sus manos la rotura.
_ Lo siento, no voy a llevar un producto en mal estado. ¿Podría devolverme el dinero?_ Dijo el coleccionista con toda la serenidad que pudo extraer de su cuerpo.
Es en ese momento cuando el viejo cayó en un intenso mutismo que se extendió por varios minutos, se limitaba a mirar en forma directa a mi amigo, su mirada estaba cargada con una mezcla de odio y rabia. Por su parte el intranquilo comprador comenzó a pensar que podría no recuperar el dinero y tal vez terminaría enfrascado en alguna discusión sin sentido. Pero tras un tiempo breve que pareció una eternidad el enigmático vendedor se calmó y disfrazando su agitación con una falsa y excesiva serenidad regresó el importe.
Al retomar el camino a su trabajo el coleccionista volvió la mirada y a pesar de estar muy lejos, puedo ver claramente el rostro del ambulante; un color rojo con extensos tintes carmesíes adornaban sus facciones desencajadas y furiosas; así mismo varias gruesas venas de color azul aderezan un cuello que pareciese que reventaría en cualquier momento. Pudo sentir toda la furia y el enojo, también mantenía los puños cerrados y temblaba de ira. Creyó verlo levitar algunos centímetros y desde su boca entreabierta comenzó a escuchar un insólito e incomprensible cántico.
Mi amigo sintió pánico y trató de caminar un poco más deprisa; al mismo tiempo una espesa niebla bajó inesperadamente desde el cielo y al mirar hacia arriba se dio cuenta que algo cálido comenzaba a caer sobre su pecho; era su propia sangre que se precipitaba sin control desde la nariz y los oídos; quiso correr pero no pudo, una fuerza invisible se lo impedía; cayó estrepitosamente de rodillas con ambas manos posándose en su cabeza, aquel dolor en el cráneo terminó por expulsar sus ojos desde unas sangrantes y ennegrecidas cuencas. Un desesperado y agónico grito de pesadumbre terminó ahogándose en la oscuridad desde donde me narró esta extraña y espeluznante historia.