Estaban corriendo los años 1889 en Santander en un pequeño pueblo llamado Arroyos, eran tiempos difíciles una mujer al quedar viuda tuvo que mandar a trabajar a su octavo hijo dado que las anteriores eran mujeres, en aquellos tiempos no era bien visto que las hijas mujeres salieran de sus casas así es que Francisco un pequeño de siete años fue tomado como aprendiz en una fábrica de vidrio. El pequeño menudito como era con el paso de los días aprendió el oficio, mientras su madre hermanas y su hermanito de cinco años trataban de sobrellevar la vida haciendo actividades que ayudaran a la numerosa familia a sobrevivir. En aquellos tiempos todos tenían animales que criaban para el consumo, además en el fondo del terreno siempre estaba la pequeña huerta, la madre lavaba ropa para afuera que la canjeaba por azúcar y harina, la únicas pesetas que entraban al hogar eran las que Francisco entregaba a su madre que regularidad, cuando su hermano pequeño tuvo suficiente edad también entro a trabajar soplando vidrio. Francisco recuerda esa época como muy dura para él, le costó mucho aprender a soplar el vidrio pero lo logro y se sentía orgulloso de poder colaborar con su familia. Los años van pasando, sus hermanas se fueron casando, cada vez eran menos bocas que alimentar, pero la guerra civil lo llamo al servicio de defender su patria, Francisco se puso su uniforme y se despidió de su madre, hermanas dejando a su hermano menor a cargo. Estuvo en el ejército hasta los 32 años, en ese momento decidió que deseaba conocer el mundo, se subió a un barco de los tantos que venían a América, en el conoció a Josefa, sus dos hermanas y el hermano varón que era el mayor que viajaban con su madre a encontrarse con su padre que tenía campo en la Argentina.
Francisco siguió viaje después de unos días y se dirigió a Chile, eso tampoco lo conformo sus pasos lo impulsaron hasta llegar al canal de Panamá, trabajo duro y se quedó hasta que se culminó su construcción, ese fue el momento que resolvió regresar, tomo sus pertenencias y comenzó su viaje de regreso, su retorno no tenía apuro pero si destino, iba recorriendo los países y sus costumbres, paso por Chile y después de un mes retomo su peregrinar, era la hora del mate cuando sus pasos lo llevaron a la estancia donde viva esa Española que conoció en su trayecto marítimo, entre mate y mate pan casero el padre de Josefa decidió que ella se casaría con Francisco, los dos eran de Santander aunque de pueblos distintos, para don Ventura la edad no era un problema, doña Agustina no pensaba igual menos al ver que su hija no estaba muy contenta con tal decisión, el casamiento se efectuó a pesar de los dieciséis años que tenía más que ella, no importó el amor que ella con sus veinte años sentía en secreto por el maestro. El viaje de Francisco culmino ahí de ahora en más siempre viajarían con Josefa por la vida juntos.
CAL.COR
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