Algo extraño sucede en un personaje hace unos cuantos meses, por no decir hace ya casi un año.
Le presentaron a alguien en el periodo en el que todavía no sentaba cabeza ante la posibilidad de dejar de buscar y dejarse encontrar. El problema fue no reconocerlo en el momento y salir a la luz con este tema un poco tarde, he ahí la diferencia entre meses y año, no sé si me entienden. Es realmente difícil narrarlo, sobre todo por querer entrar en la cabeza de un hombre que se vuelve importante, casi robando el espacio del personaje principal.
"Es difícil hacerse un espacio después de tanto tiempo de fracasos en este contexto y dejar caer una parte de tu tiempo y dedicarlo a conocer a esa persona, darse cuenta de cómo se están dando las cosas, pasar de unos pocos segundos a minutos y de minutos a horas y de horas a días compartiendo cosas en común, risas, tallas, alegrías, tristezas, fotografías, bares, cigarros y un sin fin de cosas más entre las cuales se encuentra el querer". Se dice a sí mismo.
Se acuerda de un par de comentarios de cómo se desenvuelve en ese lugar cíclico de los bares y de lo mucho que le gusta tomar (además de leer y fumar) y darse cuenta que las coincidencias pasan a ser hechos, notando que al poco tiempo quiere concretar más cosas y crear una historia, incluir a esta persona en ella y ver cómo se desarrolla.
Se desarrolla bien, o al menos eso cree él, pero tiene un freno. Un freno antagónico que es respetado por él mismo y por cómo va hasta ahora la cantidad de páginas y argumentos entregados por los personajes que componen esta novela parece ser que lo agobian. Amigos, conocidos, familiares... etc. Y bueno, obviamente ella, la personaje principal.
Dio un paso adelante. Cosa que le costó y debe reconocer que lo dio porque se vio vulnerable ante la posibilidad de otro problema a futuro. El antagonista no es una persona en sí, no es él y lo traduce en un suceso que se viene en su contra, lo imagina, lo resume, lo anota. Por otro lado, él es un ente responsable, alegre, confiable, tiene todo lo necesario para entrar en esa historia, pero nuestra protagonista no está dispuesta a entregar papel para escribir de ello aún. Y se da cuenta que él tampoco quiere escribir de ello, no todavía, o por lo menos no algo extenso, pero le pican los dedos y las hojas en blanco por su lado sobran. No quiere usar la pantalla en esta historia. La historia merece puño y tinta, a la antigua, dice él y digo yo, que soy la narradora.
Días pasan, nada ha cambiado mucho, sólo el cómo se dieron las cosas en un comienzo. Y vuelve a decirse a sí mismo por qué no lo hizo antes. Ahora se encuentra entre un papel secundario y uno principal, lo previó desde el principio, y de él depende en qué lugar queda, pero no quiere quitarle a ella el protagonismo.
"De todas las personas que me rodean y me interesan, tú eres la que más me importa". Cree haber dicho eso antes de asegurar que su mente no lo traicionaba y que de verdad, las piernas y la vista no contenían el nerviosismo y la capacidad de producir más palabras. Dejaron un poco el tema de lado y conversaron de sus historias previas antes de conocerse. Antes de reír. Antes de compartir cigarros. Antes de mirarse y darse cuenta que ambos existían.
Llegó a casa temprano, para ser día viernes. Entró tranquilo, un tanto alegre por como seguían andando las cosas, la disposición, el cariño y el respeto. La preocupación no existía en ninguna de ambas mentes, pero sin premeditación alguna no se verían más. Miró su revólver interior y notó que comenzaba a cargarse. La imagen parece violenta, pero la verdad es que el arma representa la cantidad de balas que recibiría sólo por volver a verla y realizar todo lo que habían hecho antes y más. Si ella así quería, obviamente.
"No tengo mucho más que ofrecer", dijo un día ella. Él sabiendo la respuesta que dar se quedó en silencio. Nadie pagaría nunca un rescate tan caro: Devolverle la felicidad. Y claro está, ésta es una historia inventada por ella, que sin saber cómo resolver sus dudas, pudo encontrar la paz. Ella diseñó el cargador, el arma y los dibujos incrustados de las balas. El cargador del revólver estaba completamente lleno de ellas y nuestra personaje principal era la única que lo sabía disparar.
El acto uno de esta pequeña reseña lleva por nombre "Dos escritores se encuentran en un bar". |