¡Jean troll¡ ¡Jean troll¡ gritaron cuando crucé la avenida Habich. Inmediatamente intuí que tenía que ser algún amigo de la universidad. Sólo ellos me llamaban así. Volteé y un enorme tipo se me acercó sonriendo.
- ¡Grandazo¡ ¿eres tú?
- Claro, pues Jean Paúl no sé cómo te vi y se me vino a la mente el Jean troll, ¿te acuerdas?- Era Pedro mi amigo de la UNI, el grandazo corazón de paloma. Ya no usaba el pelo ensortijado y largo, ahora lo tenía corto y ya se le notaba la calvicie.
- ¿Qué haces? ¿a dónde vas? ¡Jean troll¡- repitió mi apodo y se río.
- Nada, voy a ver a mi novia, y tú qué haces, qué ha sido de tu vida.
- Bueno, trabajando en una empresa de inspecciones de casinos, y tú?
- Enseño computación en un Instituto de San Juan de Miraflores.
- Te acuerdas de los exámenes? - Lo dijo como picándome
- Si tío, pero ya no me meto en eso.
- Eran buenos tiempos Jean Troll. Oye, dame tu número para llamarte luego.
- Ok, apuntalo 97457881- anotó el número en un celular último modelo que tenía una nave espacial como tapiz. Nos despedimos, si hubiera tenido tiempo nos hubiéramos tomado unas cervezas, nos contaríamos sobre el grupo y le hablaría de Lorena.
Caminé hasta la casa de Carla para definitivamente terminar con ella y, la desubicada comparación se apareció en mi mente. Carla era dulce, tierna, ingenua, algo callada, en resumen una niña adulta, pero tenía una enorme cualidad, era fiel. Lorena en cambio era una mujer con experiencia, locuaz, alegre, bailarina, en definitiva extrovertida, todo lo contrario a la calmada y a veces aburrida Carla. Sin tan sólo pudiera…
El celular sonó justo cuando acababa las clases y me dirigía mi casa.
-Alo?
- Alo Jean Troll, soy pedro cómo estas hermano?
- Bien, en qué andas -La pregunta sonó premonitoria y cómplice, algo me va a pedir- pensé.
- Oye, estoy necesitando un asistente, tú sabes. Estoy trabajando como inspector de casino y, necesito u tipo de tus talentos. Te quiero en mi equipo.
- Y, cómo es?
- Mira, la paga es buena, además siempre hay cachuelitos extras. Cómo esta tu sofward, aún utilizas tu cerebro?
- Eso nunca se deja de utilizar causa.
- Ya pues, entonces nos encontramos mañana, te mando la dirección por mensaje. Cuídate ¡Jean troll¡
- Ya ¡corazón de paloma¡
Bueno ya me estaba cansando de enseñar a esos párvulos que no aprenden nada.
En la noche me comuniqué con Lorena por el chap. Ella había viajado a Ica y volvería dentro de una semana. Nos prodigamos de amor, nos dijimos palabras dulces, y cada uno prometió al otro pensar y extrañar con mayor intensidad. Miraba en la otra pestaña del facebock como Carla, me esperaba activa a que entrara para conversar; sin embargo yo, aparecía desactivado, así que no me podía ver. Para mi esta estrategia de engaño en la computadora era juegos de niños; siendo un ingeniero informático todos estos programas eran fácil de escudriñar y manipular.
Cuando Pedro me recordó sobre la suplantación en los exámenes de admisión que lo hicimos por palomillas primero, luego por unos soles o solo por la capacidad de poder hacerlo, entonces el cursor de mi malignidad comenzó a parpadear en mi mente; entonces casi sin pensar, abrí el acceso al face y creé un perfil falso. Colgué en el muro la imagen de un tipo guapo, que saqué del Google: le inventé una vida, amigos, estudios, cualidades, estatus; luego le anexe al face de Carla, tratando de coincidir en los gustos y cualidades, ella lo acepto.
Enzo inmediatamente se puso en contacto. Cuando yo me escribía con ella, mi avatar también lo hacia con Carla. Enzo por supuesto era un tipo galán y lanza, así lo hizo notar desde la primera comunicación. El era seguro, extrovertido, superado el alter ego ideal. Le propuso salir. Carla por su lado lo frenada tímida, dubitativa, como una adolescente que quiere y no quiere dar su primer beso; pero aunque algo ingenua le daba cuerda y, cuando el casanova la presionaba, ella le decía que tenía novio y que no quería hacerle daño. Yo con mi sonrisa maligna, rabiaba porque quería que mi amor me sea infiel, para hacer más fácil el rompimiento, pero no, Carla era chapada a la antigua y era imposible que me pusiera los cachos, aunque sea por el siber espacio.
Pedro me explico junto a su jefe que nuestro trabajo consistía en la regulación de las maquinas de los casinos. Era sólo correr un programa, calibrar las máquinas, según el requerimiento que los casinos estaban obligados a cumplir. Revise el programa, y en un santiamén lo entendí. Por las recomendaciones previas de Pedro a su jefe y por su asombro en mi agilidad con la laptop, me contrataron de inmediato.
Salimos al campo. Por supuesto que el grandazo fue mi compañero. En el camino recordamos todas que hicimos en el ¨grupo¨, me recordó cuando suplantamos alumnos en los exámenes de admisión en las universidades, era pan comido. Nos reíamos.
- Te acuerda cuando fuimos a la cas de Naomi?
- Claro, ja ja ja –me reí al recordarlo-
- Esa vez te pasantes chato- agrego- y contó en tercera persona como ayudamos a Lorenzo a anular la cámara de vigilancia que Abia en la puerta del condominio y en el jardín de la casa de Naomi.
- Fue fácil- le dije- aunque Lorenzo sólo nos invito dos cervezas el miserable; esa noche se tiró a la vigilada novia, sin que ninguna de las cámaras que se encendían con el movimiento pudieran detectarlo, gracias al programa que creé… ja – me reí con una pequeña mueca.
Las máquinas tragamonedas que los casinos importaban, venían con una programación para que los jugadores tuvieran una opción de ganar de 60 a 40, es decir, los propietarios tenían 60 porciento de ganar mientras que el jugador solo el 40 según las regulaciones del país de procedencia; pero aquí La Dirección General de Juegos, otorgaba un 80% para los casinos y un 20% para el cliente. Sin embargo, todas las máquinas las reprogramábamos con un 90% para los dueños y solo un pobre 10% para el ingenuo jugador. Esto nos pareció abusivo y desproporcionado, pero esos eran los extras y los bonos eran buenos.
Carla era inquebrantable, no respondía una pregunta de doble sentido, que Enzo, el galán virtual le decía. A cada intento ella lo desviaba, a cada insinuación, Carla imponía su fidelidad. No hay forma – me dije- tengo que ser más agresivo entonces desde mi laptop le envíe un virus en donde ella pondría su clave y yo, con facilidad crearía una relación ficticia, que ella ni siquiera sabia qué había hecho. Creé fotos en donde Enzo le enviaba imágenes de él en forma sugestiva, incluso le hice un fotoshop en donde estaban juntos, besándose, creé conversaciones hot en donde el libido que Carla no sabia que tenía.
Ahora si, me dije, con esto podré terminara con ella. La llevé al hotel de siempre y después de hacerle el amor, hablamos sobre la confianza, la lealtad y la fidelidad, los cimientos más extraños con que se construye el amor. Fue ella- bajo mi manipulación- la que exigió la clave de mi facebock, para luego yo hacer lo mismo con el de ella. Extensión de la confianza. Cuando abrió mi cuenta, sus ojos parecieron brillar, mis más atesoraros secretos por fin estaban –seguramente- en sus manos. Al cabo de un momento de husmear por mis conversaciones, de indagar en los resquicios de la memoria del programa, no encontró más que contactos de amigos conocidos y en común, Lorena aparecía como Lorenzo gracias al alt 1394*-2, así que fue una búsqueda en vano. Nada la hacia dudar de mis intenciones y del buen tipo que era. Ahora me toca a mí ¨caradepapa¨, me reí de la clave que tenía; entré y recorrí sin más apuro ni interés, -ya vez – dijo, tengo más fidelidad que un equipo de sonido, se rió. Cuando entre a su conversación y, vi las cosas que ese tal Enzo le decía, me indigno. Ella abrió sus ojos ingenuos de espanto o de asombro.
-¡No¡… yo no he escrito eso.
-¿Quién es él?- le pregunte con cólera.
-No sé… era un amigo- titubeo, no tengo nada con él, amor…cre…o que me han… jakeado- insistió. Yo nunca escribiría eso.
-Pero, mira y, ¿estas fotos?
Carla no dijo más cerró la laptop, miro al techo y se quedó petrificada
Sabes Carla, no puedo estar con una persona así, por mí no hay problemas, tú si quieres puedes seguir con él. No me interesa- No podía creer que era yo el que decía eso. Cogí mi ordenador y me fui sin decir nada más de aquel hotel, que por comodidad quedaba cerca de su casa.
En la avenida la marina, frente a plaza San miguel, los avariciosos dueños de ese casino, querían que se calibraran las máquinas no como en las otras empresas. Nos pedían que aquí fuera de una probabilidad muy provechosa para ellos, querían el 92% para la casa y solo el 8% para el cliente. Que abuso – pensamos – nos miramos con Pedro, alzamos los hombros y sin más nos dirigimos sin hablar. Para eso nos pagan. Nos fuimos a comer algo para continuar luego reajustando las otras máquinas.
- Vistes lo avariciosos que son esos tipos? – le dije a Pedro que sorbía su caldo de gallina, tal y como lo hacia en la época de la UNI, cuando después de una juerga nos tomábamos en la carpa de doña Charo.
- Si eso no es nada tío, si por ellos fuera no pagarían nada.
- ¡Jóvenes¡ disculpen – nos llamó un señor desde la mesa de a lado- ustedes trabajan en el casino?. El señor tenía como sesenta años, todavía no tenía la figura de un anciano, más bien su rostro era alegre y avispado, aunque se le notaba una ojeras de quien se pasas demasiadas hora jugando.
- -No, no trabajamos para el casino me adelante a decir, mientras Pedro sorbía su sopa haciendo ruido y dando unos golpecitos con el pie a manera de precaución.
- Lo que sucede es que como los veo entrar y salir a cada rato del local, me preguntaba si eran inspectores del ministerio.
- No señor. Pero, porqué lo pregunta- Mi pregunta pareció tener el aspecto de una contraseña, porque él se sentó en nuestra mesa y trajo su plato de caldo aún humeante a la nuestra y Pedro bajo el plato que lo había llevado hasta su cara para tomar todo el líquido como una taza.
- Es que en este casino siempre pierdo ya no sé qué hacer.
Miré a Pedro que presto más atención. Sería por su cara amistosa, por su sonrisa tierna o por que quizá se parecía al papá que uno quisiera tener, sin ludopatía, claro esta. Por lo que le explicamos, el porque no podía ganar. Primero le hablé de las estadísticas y del estudio de las probabilidades, luego sobre la manipulación de las máquinas, que estaba permitidas y reguladas por el gobierno y por último Pedro también le habló de la teoría del azar algo que yo no compartía pero, a pesar de todo él sólo quería escuchar en qué momento podía ganar.
-Saben muchachos ya he perdido 45,000 soles, ya creo que de hora de ganar, pareció gritar, luego se agacho esperando de que ningún comensal lo halla escuchado.
Mi celular sonó insistentemente, el número no lo reconocí.
- Alo?
- Jean Paúl, soy María la mamá de Carla.
- Si señora cómo esta?
- Qué les haz hecho a mi hija?- su voz sonó desesperada y enfadada a la vez- Estamos en la clínica, ¡mi hija se ha querido matar¡ ¿qué les haz hecho?- me recrimino-
- Señora cálmese por favor. Yo soy incapaz de hacerle algo a su hija. Ud. Sabe cuanto la quiero. Solo tuvimos una discusión menor, pero nada más. Dónde están señora, quiero ver a Carla.
En la clínica Valdizan subí al segundo piso. La familia de Carlita –el diminutivo no amainó nada- me recibieron con miradas fulminantes, sólo su papa se me acercó.
-Jean Paúl, Carla siempre ha sido una chica tranquila, algo engreída, pero tranquila al fin. ¿Qué le has hecho para que actúe de esa manera. –Sus palabras del señor sonó más a explicación que a reclamo-
-Don José –nunca lo llame así, siempre le decía señor José o José a secas, pero, ahora el don era necesario no sé si a modo de arrepentimiento o escusa- ni siquiera hemos discutido, solo hablamos de terminar nuestra relación y solo eso, sin gritos, sin violencia, yo la vi normal.
- Pero esto no es normal, se ha tomado como veinte pastillas del medicamento de su madre; si no fuera por ella que fue a llamarla y la encontró a tiempo ahora ya… no quiero hablar de eso.
Me recosté en la media pared de mármol del pasillo y quise aislarme.
La enfermera que salió, informó a la familia que Carla se encontraba estable. El lavado gástrico oportuno la salvo.
- ¡Esta me la pagas¡ - me dijo la Sra. María pegándose a mí para que nadie la oyera.
- ¡Alo¡ ¿Don Camilo?
- Si ¿quién habla?
- Soy Jean Paúl, se acuerda de mí, el muchacho del casino
- ¡Del casino¡ ¿cuál casino?
- El inspector
- Haaaa ya, si joven ¿cómo esta?
- Bien, queremos conversar con Ud. Tenemos una propuesta.
Con don Camilo nos encontramos en el mismo restaurante en que nos conocimos. Llegó con su cara alegre y activa, como dispuesto a jugar cualquier cosa en cualquier momento-
- Me imagino muchachos que me van a decir cuándo voy a ganar?- lo dijo casi gritando antes de sentarse y estirar la mano para el saludo.
Pedro y yo agachamos la cabeza, acercándola a la meza, indicando con el movimiento el secretismos de nuestra conversación.
- ¿Quiere ganar? Le preguntamos al unísono. Su cara se incendio inmediatamente. No esperamos su respuesta positiva su rostro lo había hecho. Nosotros le vamos a decir cuándo.
- Ok- dijo quedito captando de inmediato el idioma silencioso de los espías.
- Si la probabilidad de ganar en las máquinas es de 92 porciento a 8 como en ese casino al que Ud. Va – todos miramos en dirección del enorme local- es casi imposible que Ud. gane- dijo Pedro. – casi no, imposible- interrumpí. Imposible – continúo Pedro- nosotros le vamos a decir el día, la hora y la máquina que le va a pagar el premio mayor.
Don Camilo se entusiasmo, no sé si con la idea de ganar o con la clandestinidad de lo ilícito.
- Pero eso si, dijo Pedro fuerte y claro- de ese premio ud. nos da el 50 porciento, ok?
- ok- contesto más serio, nos apretamos la manos y tomamos un par de cervezas.
Carla había quedado algo perturbada. Me imagine que si, me puse a pensar si es que de repente dejo mi celular en mi cama mientras me ducho y, alguien se mete a mi departamento, lo toma, lo pone debajo de la mesa en el comedor, la sola idea de pensar en cómo llagó hasta ahí me volverá loco, así debió sentir ella. Me compadecí.
La visité en la clínica, estaba como ida, No sabia hasta ese momento cuanto quería a Carla. Me senté a su lado, le tomé de la mano y trate de darle calma. Ella solo me veía sin decirme nada, solo me miraba y yo no trataba de pensar en lo que hice por temor que podría descubrir en mi pensamiento lo malo que era.
En mi cuarto desperté a mi avatar, que se reía de mí en su foto de perfil, la desconecté de Carla y luego en el face de mi alocada y fiel novia, borré todas las fotos y conversaciones que mi otro yo mandó. Cuando estuve a punto de enviar todo al buzón de basura; otra vez el cursor de mi malignidad comenzó a pulsar al costado de mi vena senica. Enzo conocería a otra mujer.
Don Camilo recibió la información como una orden encriptada. El día 13 de setiembre en la maquina 1912003, la que tiene a King Kong encima, pagará el premio mayor entre la tres a seis de la mañana.
El día indicado, don camilo se disfrazó de agente. Comúnmente el jugaba de dos de la tarde hasta las nueve o diez de la noche, nunca lo habia hecho de madrugada; la misión lo requería. Cogío su saco de pana con tenue cuadrados del mismo tono marrón, tomó una gorra que su hija le trajo de Nueva York que no la usaba mucho porque lo hacia ver como Hunter Grass. A la anfitriona que lo recibió en el casino le pareció raro, que don Camilo se apareciera a las doce de la noche con esa facha, pero igual que otras tantas le deseo ¨suerte¨ aunque estaba convencida de que el viejo era un desafortunado.
Se dirigió primero al blackjack, no sin antes mirar al fondo donde se ubicaba la maquina designada con king kong que lo miraba entre las brillantes luces. Sus coloridas monedas de plásticos equivalentes a cien dólares se perdieron en la verde alfombra de bayeta. No jugaba concentrado, miraba de rato en rato a la gente que se acercaban, jugaban un rato y se iban a otras máquinas que seguro pagaban más. Dejó de prestar atención al juego, cuando una señora que al igual que él era una jugadora frecuente en ese casino. No se paraba de la máquina del king kong. Don Camilo miraba a la señora y a su reloj de manera ansiosa. Después de un largo rato dieron las dos, se paró y cambio cien dólares más. Se dirigió hacia las maquinas con dos botes llenos de monedas con el logotipo de la casa y su denominación ficticia. En las maquinas continuas jugó ávido. Ingresaba monedas y apretaba el botón de star. Las combinaciones giraban, brillaban y sonaban haciendo alegre el juego, pero él se preguntaba ¿a qué hora se para esa vieja?. Tres de la mañana y la señora no se movía. Don Camilo no sabía qué hacer para mover a esa ludópata de ahí, así, la llamo en su mente, como si él no lo fuera, el si era un jugador conciente. Puso veinte monedas seguidas y apostó, apretó star y la máquina hizo un alarido. La señora volteó a ver como la maquina de póker le pagaba a don Camilo. Ese sonido al caer las monedas era tan dulce, tan gratificante e hipnótico, que uno podía pasarse todo el día viendo chocar las monedas contra el receptáculo de carey.
Tres y cuarenta a.m. el King Kong comenzó a sonar, las luces del faro junto al muñeco se encendía y apagaban velozmente ¡Ho no¡ pensó don Camilo la vieja se va a llevar todo. Miró a la Sra. que reía como un adicto a la siguiente dosis; levantó su cuello para ver cuánto era, pero se tranquilizó cuando solo era un premio de anzuelo. La vieja se cansó, a penas se movió, él se sentó incluso olvido apretar el botón de la maquina que dejo.
Enzo Francesco te envía una solicitud de amistad. Deseas recibirlo.
Acepto.
Lorena había aceptado a Enzo inmediatamente. Comenzaron a conocerse, conversaron de todo un poco conociéndose primero, él le dijo que era un personal trainer, ella una estudiante de marketing, él soltero, ella ¨también¨ y era obvio en su cuenta no decía que tenia un novio. Enzo le envío una convertation que ella aceptó nuevamente.
- Qué haces- Enzo
- Estoy en Ica- Lorena
- y qué haces ahí - Enzo
- - vine de vacaciones- Lorena
- - Y tú qué haces?- Lorena
- Recién salgo de la ducha- Enzo
- - hummmmmm- Lorena
- no me crees- Enzo
- - hummmmmm- Lorena
- si quieres te mando una foto- Enzo
- - ya….. si quiero- Lorena
No lo podía creer Lorena era una tramposa, en un abrir y cerrar de ojos ya me estaba siendo infiel.
No solo le envié una foto de Enzo desnudo, sino que ella también lo hizo, y nuestra conversaciones fueron mas calientes que con el personaje de carne y hueso, ósea que conmigo.
La señora se poso en la máquina donde don Camilo estuvo, ingreso unas fichas y ganó, lo miró tomando las monedas que caían en cascada. Exactamente a la cuatro y veinticinco de la mañana la máquina que se había programado hacía siete meses, comenzó a dar destellos de luces y alarmas de fanfarrias por la jugada ganadora 23478221 a las 4´25:35. El encargado llamó al administrador que entregó un cheque enorme de fantasía, solo para la foto con la denominación de s/ 75,828.00 soles.
Los siguientes meses habíamos hecho lo mismo con otros casinos limeños, había vuelto con Carla y terminó lo de Lorena aunque Enzo seguía siendo en el facebook su novio virtual, hasta que descubrí una foto de Lorena con su papá junto a un gran cheque que decía ganador del premio mayor. Casino Atlantis. S/ 75,825 soles.
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