Dos largas y tediosas horas había empleado en hacer un cuadro con las estadísticas de suspensos y aprobados en la materia, al final de trimestre. No sé ni cómo, pinché un número y , zas, todo desapareció como por sortilegio. El ordenador es muy delicado. Sí. Me quedé estupefacta y con cara de idiota.
Buscando consuelo, me dirigí desde el departamento a la sala de profes. Era el recreo. Tras saludar, empecé a desahogarme contando mis cuitas y no hubo respuesta, enfrascados como estaban todos contando número de ceros, de unos, de dos, etc. de los alumnos.
La sala, otrora bulliciosa , era ahora un cementerio. No me sorprendí pues llevamos años así , desde que la Administración no saca la nariz de nuestro trabajo, que dudo mucho sea cubrir tanto papelote como rellenamos.
Chasqueada, me fui a la cafetería a tomar un café con un tranquilizante. No lo había acabado cuando desperté. Todo había sido un sueño. La realidad aún es más cruda así que no sentí alivio tras esa pesadilla tan veraz.
Sí , señores, la burocracia nos ha robado la alegría. |