Explicas que “fué” no se escribe con acento pero que antes sí. Tu profesor, que creo que es de mi misma edad, no lo sabía y te dijo que… Y después nos desviamos del tema cuando nos preguntan que qué vamos a querer. Tú pides una hamburguesa con tal y tal cosa, como una decoradora de interiores en una tienda de pintura.
Siempre me han llamado la atención los colores con apellidos de objetos que no tienen nada qué ver. ¿Persa? ¿Coral?... ¿Salmón? Yo me limito a decir que quiero el paquete tres. Es que tiene salsa BBQ, me justifico, y de repente me siento alguien horriblemente triste.
Estás aquí, conmigo, porque no tienes algo mejor qué hacer, espetas, brusca, cuando ya voy en las papas. Pienso lo que dijiste cuando recuerdo que la agenda de mi celular está intacta desde el 2011. Eres lo mejor que tengo para hacer, pasa por mi cabeza pero no te lo digo no sé por qué.
Las respuestas dadas con impulsividad no son lo mío, pero hoy tengo una excusa: La boca llena. En las televisiones aparece ese horrible programa de concursos. Me asquea la saturación de colores, los personajes que aparentan ser personas.
Salimos por la puerta de atrás a un estacionamiento inexplicablemente vacío, excepto por tu feo auto morado (¿Lavanda?, ¿lila?). La noche se hace a un lado para que te veas espectacular. Luis va a pasar por mí, dices después de revisar tu celular. ¿Ese pedazo de imbécil? Pienso, o digo, no lo sé. Quiero sugerirte un plan mejor pero en mi cartera solo hay calendarios. Me besas dándome a entender que me voy solo. Estás aquí, conmigo, porque no tienes nada mejor qué hacer, te digo como quien tira un dardo sin ver. De repente me empujas de espaldas a enorme contenedor de basura. Te hincas, me abres el pantalón, metes mi verga flácida en tu boca y yo pego mi cabeza para atrás, sintiendo el calor que emana de la basura.
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