| Rosa vivía en el pueblo de La Loma, desde que se caso, había venido desde Neuquén a los siete  años, con su madre su padre y sus dos hermanos varones.Se caso a muy temprana edad con Esteban, a los dieciséis, y tuvo tres  hijos
 Muchos años después vino el progreso.
 Esto ocurrió cuando” la gran nube” vino a colonizarnos.
 En el medio de los cuatro terrenos donde hay una torre que conecta internet y wi fi, allí conecto el ingeniero civil la torre más alta del pueblo, se la ve desde lejos. Pero cuando estas allí, no se la percibe. Es como cuando negamos algo teniéndolo  justo delante de nuestras narices.  Cruel paradoja. Tiene tensores que la ubican, en los puntos cardinales de los terrenos. Así los abonados vienen a pedir dicho servicio. Y se les instala una antena en la casa.
 ¡La tecnología a pedir de boca! En este mundo tan tecnologizado, viralizado y y mediatizado, hay conductas inexplicables que se ocultan bajo el sol.
 La vida Rosa no fue fácil, sus hijos no le hablaban desde hacía años.
 Constituyeron  una familia con tres hijos. Cuando se murió el amor, y cundió la rutina, se separaron y siguieron viviendo  en la misma casa. Pero ya no convivían como marido y mujer.
 El mantuvo una mujer durante veinte  años, quizás a dos, pero   cuidando las apariencias, y mostrando una unidad conyugal como mandan las leyes de urbanidad, y buenas  costumbres.
 Rosalía, Joaquín y Cecilia  fueron testigos de la rotura, de la separación pero consumaron  que mejor no decir nada, y seguir con sus vidas.
 Así lo hicieron  hasta que Rosa  comenzó a salir con señor un poco menor que ella.
 Toda la familia, incluso su ex marido pensaron  y así concluyeron, con anteojeras mentales  que  ella estaba siendo seducida por alguien que la  manipularía, y robaría dinero u otras pertenencias.
 Nadie  pensó siquiera en la hipocresía que remoloneaba, por doquier.
 La casa de Rosa tenía  un muro de dos metros de alto, eso no impidió  que todo el pueblo supiera lo que ocurría dentro de esas casas.
 Rosalía, su hija mayor   no le quiso devolver  unos dineros   que su madre le había prestado hacia un tiempo.  Y Joaquín, su hijo, el único varón    la doblego, gritándole,  ¡que como tenía el atrevimiento de salir con alguien más joven si ella era  una vieja!, así con todas esas palabras hirientes.
 En tanto Cecilia  les llevo a  sus cuatro gatos blancos, sin castrar, a los cuales Rosa  les tuvo que dar comida, cobijo y agua y limpiar sus heces.
 ¿Como puede alguien adulto, rechazar así a su madre?
 Siendo que cada joven ya había contraído pareja, y había vivido su rutina cotidiana con todo lo  ello conlleva, como podrían no concebir que su madre amara a otra persona. Son enigmas que quizás algún psicólogo podría desentrañar.
 No  oí a las otras partes involucradas, y ahora es demasiado tarde, solo fui testigo del maltrato y abuso de su hija menor, Cecilia hacia su  madre Rosa.
 
 Rosa parece dormida, pero no lo está.
 Aquí estoy al lado de su cama.
 Se ha tomado todas las pastillas, y sus hijos me miran azorados.
 Ahora  están los tres juntos y, esperando una respuesta de mi parte.
 
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