Intentaba descontaminar el alma, pero cada día la mente registraba una nueva escena de terror. No existe mal mayor para satisfacerte que aquel que todavía no has experimentado.
Recordó como si sueño o cosa del pasado a un médico. El oído dolía, le curó o hizo algo para calmar ese tormento. Se puede ser un ángel o un trozo de cielo. Puedes emparentar con Dios o lo que sea, pero no podrás borrar por tres o cuatro vidas que un médico avejentado y sucio meta su pene en tu boca y sus dedos en el pequeño ano de un niño de un año. Podrás olvidar el mundo y quizás el océano ya no te parezca tan profundo, creeme... hay demonios que en cosa de segundos te extravían por mucho más.
José experimentó la pérdida de la inocencia cuando aún no deletreaba ni su nombre y sin embargo, algo muy negro quedó enterrado en su corazón.
Dicen que son puertas espirituales abiertas, ´pero creo que en realidad te cierran a la alegría, a ese deseo innato de vivir.
José creció violado desde entonces. Desarrolló el gusto por los penes y dedos en el recto. Esto no lo hizo mejor o peor que otros, sumó si te inquieta saberlo, otro humano destruido desde dentro. Desde donde sí duele no saber que lastima, porque allí afuera, es solo eso.
No se es heterosexual o homosexual porque ni uno o lo otro importa, lo que jode es el registro secreto que hacen tus actos incomprensibles. No saber porqué actuamos como lo hacemos. Ser el desviado o rarito es una marca injusta cuando se te impuso y sin embargo tienes que cargar con ella el resto de la vida. Aceptarte, quererte y al final imponerte ¿Por qué no? A ti te lo hicieron.
Después el niño llora, sin madre o padre que le proteja. Ni Dios pudo detener al malhechor y tratar de entender a José es una estupidez. Un efecto retardado imperdonable.
Alcohol, droga, ejercicios extremos o actividades de escape. Montes solitarios y mareas furiosas. La vida te vomita y quedas arrollado sobre la tierra esperando a que alguien te lo explique ¿Lo crees posible? Luego sonríes.
Vuelves al molde vacío donde hizo casa el demonio. José, José... Eres tan hermoso como perverso. Igual te amo.
|