Mis primos emigraron a un país donde el servicio militar dura tres años. Todos estaban en edad de cumplimentarlo, así que los cobijaron de muy buen agrado. Ellos nacieron donde nací yo y juntos transitamos la infancia en el barrio de Villa Lynch.
Cuando la situación del país se torno muy inconveniente se fueron los cinco.
Yo los extrañe durante mucho tiempo.
Allá mi primo el mayor, cumplió con el servicio militar obligatorio, pero no se pudo aclimatar a las normas y reglas establecidas en esa sociedad donde no pertenencia.
Así que volvió a su país natal, a los veinticinco años.
Aquí no tenia familia pero si tías y tíos que lo albergaron en diferentes domicilios hasta que conoció a Mabel, y se fueron a vivir juntos a la calle Maza. El día que fui a visitarlo, estaba solo, y hacia calor. Había muchos mosquitos en el ambiente, y quise amasijar a uno en la pared. El, de inmediato me quito la mano, porque sino la pared iba a quedar manchada. Ahí me di cuenta que la vida con Mabel no estaba regada por la tolerancia...
Según me contaba el, ella se compraba las mejores ropas, y a él le compraba las zapatillas amas baratas. Ante todos, ella será muy sensual, el no manejaba así que ella lo llevaba a trabajar.
Vinieron muchas veces, ambos a visitarnos.
Para mis hijos era el tío Alejandro.
Los varones realmente lo querían, el los llevaba a jugar a la pelota, a comer pizza, a tomar Coca Cola y a comer Mantecol.
Volvían los dos muy felices.
Alejandro se quiso un día separar de Mabel. Ella hizo un escándalo mayúsculo. Se intento suicidar, lo llamo la policía, y él me llamo desde la clínica, desesperado. No podía comprender que alguien se pudiera intentar suicidar, porque él la abandonara.
Por fin se separaron, y mi primo alquilo un departamento por Beodo. Así fue un solterón que vivía con Lola su adorada perra, color canela.
Alejandro murió jugando a la pelota, desarraigado, de sus afectos.
Su perra Lola corretea por estos lares.
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