“Agradezco que existas, aunque a veces duela. Agradezco que existas…”
Porque de todas las personas que me han dolido en esta vida, eres tú, la que más me escoció el alma. Y me has dolido tanto; tanto, tanto. Que muchas veces sentí que esta vez, sí me moría. Que no lo superaría y que jamás me repondría de la pérdida.
Pero en tu ausencia lo entendí:
No has sido sólo tú quien me dolía. Son los miedos… Los demonios que se meten debajo de la cama y en mi piel cuando me voy a dormir, sin saber con claridad, si habrá un mañana seguro para mí al día siguiente.
Es el temor a caminar sola por la vida eternamente, sin tener la dicha de encontrar remanso alguno, que me permita el descanso y dé consuelo a todas mis inseguridades.
Es la incertidumbre constante del mañana, que no me deja saber, qué será de mí y de los que más quiero. Y qué pasará conmigo cuando todos se hayan ido.
Es la necesidad de sentir… Amor, complicidad, apoyo incondicional; ausencia de vacío, sensación de pertenencia. Eso que sin pretender, le dé sentido a mis actos y sostenga mis motivaciones aun cuando nada parezca tener sentido.
Es mi condición humana y la vulnerabilidad que la acompaña. El descubrirme frágil y muchas veces dependiente. A pesar de mi misma, y de saber que poseo la libertad de conducir mi vida y ponerla al margen de todo aquello que -consciente o inconscientemente- me lastima.
Es el terror a la pérdida y al fracaso en cualquiera de sus formas y contextos…
La pérdida del tiempo: que indómito sigue su curso y pasa. (Aunque no lo veamos, aunque no lo sintamos, aunque no lo queramos y nos neguemos incluso a creer en él). Sin poder saber discernir adecuadamente a la hora de invertirlo; en personas o situaciones que, lógicamente, esperaría me llevasen a una trascendencia positiva en lugar de al declive emocional.
El fracaso en las metas y en la vida: por no llegar a saber cómo vivir dignamente, cumpliendo con lo que se esperaría de mí, pero sin llegar a traicionarme, convirtiéndome en alguien que no soy, ni quiero ser.
No has sido sólo tú, son todos ellos, los que no me permitieron quererte en libertad, porque siempre he sido su prisionera. Y aunque hoy me cuesta trabajo aceptar tu ausencia, nunca dejaré de agradecer el tiempo que estuviste a mi lado. Porque a pesar de todo, aprendí a amarte con todos y cada uno de mis demonios. Los mismos que ahora te extrañan, y preferirían no tener que vivir sólo conmigo.
skM.
|